viernes, 22 de marzo de 2024

Norberto Ramazotti-Argentina/Marzo 2024


 

                           ¿Nunca Más?

                                El juego del Ying y el yang

      

         -¡Hola, por fin volviste! Nos tenías muy preocupados. ¿Qué pasó? ¿Es cierto que pusieron bombas? ¡Contá, por favor, che! ¿Qué te pasa que estás tan callado? -

       De este diálogo entre mi tío José, demudado, y mi tía Carmen (mamá), preocupadísima, ocurrido el 15 de abril de 1953, al volver el tío de una concentración de la CGT en Plaza de Mayo en la que fueron detonadas bombas que mataron a varios Argentinos (además de quemar algunos vagones de subte), yo tomé conocimiento años después. En ese momento tenía solo un año y medio y aun no caminaba, retrasado en mi desarrollo por la angustia de la pérdida de mi madre biológica, pocos meses antes. De aquella época, solo me llega el vago recuerdo del cariño Mágico y Sanador con el que me trataron en esa Bendita casa y un tango, cantado por el Tata Floreal:

              

“Aquel tapado de armiño

todo forrado en lamé

que tu  cuerpito abrigaba

al salir del cabaré

Cuando pasaste a mi lado

prendida de un gigoló

aquel tapado de armiño

cuanta pena me causó”

      

          -José, te lo pido por favor, no vayas. Tenemos cinco chicos para alimentar. ¿Qué haría yo sin vos? -

        De esta charla también supe tiempo después. Yo estaba por cumplir cuatro años, y tuvo lugar, según me dijeron, en la cocina de casa, mates mediante, alguna tarde antes del 16 de setiembre del 55, fecha del derrocamiento de Perón, episodio en el que hubo más de doscientos muertos. Lo que sí recuerdo, son las lágrimas y el susto de mi prima Olguita, de veinte años entonces, que me estrechaba con fuerza (y yo a ella), temblando al escuchar el paso de los aviones, las explosiones de las bombas y el tableteo de las ametralladoras, el 6 de junio, día del bombardeo a la Plaza de mayo, con cerca de cuatrocientos muertos, (declarados). Todo esto, matizado con los acordes tangueros salidos de una vieja vitrola:

                      

“ Un pedazo de barrio, allá en Pompeya

durmiéndose al costado del terraplén,

un farol balanceando en la barrera

y el misterio de adiós que siembre el tren

Un ladrido de perros a la luna

el amor escondido en un portón

los sapos redoblando en la laguna

y a lo lejos la voz del bandoneón”

       

       Más tarde, vinieron los fusilamientos de José León Suarez; los Uturuncos, primera guerrilla de la resistencia peronista, en el 59; LA PROSCRIPCION; el derrocamiento de Frondizi; azules y colorados en el 63, con tanques, aviones y metralla en el potrero atrás de la cancha de Boca, a dos cuadras de donde vivía (y en otros sitios, claro); Onganía, que nos metió una ley para que las radios no pasen más del 20% de  música “popular” y fomentó el “rock nacional”, con el que no estoy en desacuerdo aunque No a costa de ocultar el flolklore y el tango. Ahora, cuando La Morsa (ese era su mote) quiso cambiar leyes laborales, el pueblo le metió el Cordobazo, dos Rosariazos y qué sé yo cuantos “azos” más, hasta que cayó.

       Entre tanto, yo crecí motivado por esa realidad dura y decidí participar. En la secundaria, en la fábrica, en la universidad y en la calle.

       El 20 de junio de 1973 estuve en Ezeiza, durísimo momento vivido por una multitud nunca vista que, Feliz y Esperanzada, fue a recibir a su líder, y recibió, en cambio, una lluvia de balazos que nos tuvo a todos cuerpo a tierra para salvar el pellejo. De la dimensión de la masacre nos enteramos días después. Esa noche, en la larga caminata de vuelta, claro, éramos jóvenes, además de la marcha, surgió cantar, entre nosotros, aquella canción de la propaganda de Chesterfield con Liliana Caldini

         

“Las olas y el viento

el frio del mar

el frio de tu alma

me hace tiritar

El viento y la arena

no me dejan ver

que eres una ola

dispuesta a romper”

 .

         Con el tiempo, estudié y me informé acerca de la Huelga de los inquilinos, en 1907; la Semana Trágica, de 1918/19 o La Patagonia Sangrienta de 1923 y tantos otros.

       Y hubo más.

      -¡Dale, vení, apuráte!- Corríamos tomados de la mano con una camarada, escapando de la montada que había atropellado a una manifestación pacífica contra el cierre de la Universidad de Buenos Aires. Para ocultarnos, nos metimos en una pizzería de Once en la que una mesa recién desocupada de la que aún no habían retirado los platos nos sirvió de “tapadera”, así como la viveza del mozo que, cuando llegó la policía nos siguió el juego de clientes. Mi compañera temblaba. Al acercarse un cana pidiendo documentos, le tomé una mano y mirándola a los ojos, le dije:

       -Dame un beso- Al contacto de nuestros labios el mundo se detuvo a nuestro alrededor, nos serenamos ambos y pudimos seguir con la farsa.

       Esa fue la noche del primer beso que este caradura le robó a la que, luego, sería mi esposa, misma a la que le cantaba, acompañándome con mi guitarra, aquello de:

              

“Muchacha ojos de papel

¿A dónde vas?, quedáte hasta el alba,

muchacha pequeños pies,

no corras más, quedáte hasta el alba

sueña un sueño despacito entre mis manos

hasta que por la ventana suba el sol

muchacha piel de rayón,

no corras más, tu tiempo es hoy”

             

          Pero también fue esa la noche en que asesinaron a Armando Ricciotti, tres tiros en una pierna en la esquina de Castelli y Sarmiento, (murió después, desangrado, en una comisaría),10 de octubre de 1974, primer militante de nuestra agrupación, Faudi, Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda, que muere, víctima de la represión.

       Después… después hubo más. Muchos Más. El 24 de marzo de 1976 surgió una Dictadura cívico-militar-eclesiástica que hundió al país en una oscura noche de tortura, asesinatos y desapariciones y se llevó a nuestros Hermanas y Hermanos. Tantos como 30.000 compañeres, lo mejor de nuestra generación. Yo tuve que improvisar un trabajo de vendedor porque me echaron de la fábrica, amenazado, y no conseguía empleo de oficina en ninguna empresa. Pocos meses más tarde, un familiar de mi futura esposa nos trajo de “regalo” nuestros expedientes en la Side (cómo los consiguió, no lo sé), con este aviso: ¡Déjense de joder que se viene fulera!

          Sin embargo, poquito después, el 30 de abril de 1977, un grupo de valientes mujeres, madres de algunos de esos Desaparecidos, comenzaba a reunirse y a caminar alrededor de la Pirámide de Mayo. Así, de la mano de Azucena Villaflor (PRESENTE); Hebe de Bonafini, Taty Almeida y Estela de Carlotto, entre muchas otras, mujeres Fuertes que, según ellas mismas dicen, fueron PARIDAS POR SUS HIJOS, aprendimos a luchar por nuestros derechos pidiendo Justicia, no Venganza, mientras cantábamos los versos de León Gieco y Victor Heredia:

          

“Todavía cantamos, todavía pedimos

todavía soñamos, todavía esperamos

A pesar de los golpes

que asestó en nuestras vidas

el ingenio del odio

desterrando al olvido

a nuestros seres queridos

Todavía cantamos, todavía pedimos

Todavía soñamos, todavía esperamos

 

           Como si esto fuera poco, la Dictadura no se fue sino después de perder la guerra contra una potencia mundial, los piratas (no, no es un grupo musical), luchando, en forma equivocada, por una causa justa: Las Malvinas. Mientras tanto, los muertos los siguió poniendo el pueblo. Me sorprendió la decisión de mi cuñado (hoy fallecido por covid), que se anotó Voluntario para ir a pelear. ¡Todo un ejemplo el Gordo!

              Tras su manto de neblina, No las vamos a olvidar

              Las Malvinas, Argentinas, clama el viento y ruge el mar

 

            A continuación, ya con un gobierno democráticamente elegido, comenzaron los juicios a los genocidas, se presentó el NUNCA MÁS y, a pesar de endeudamientos fraudulentos, hiperinflaciones prearmadas, golpes palaciegos, financieros y de todo tipo, intentamos y logramos ser Felices, aun trabajando en doble turno, como fue mi caso, si hasta me pegaron un balazo para robarme mientras manejaba un taxi de noche, además de trabajar para una inmobiliaria. Pero era nuestro Orgullo ser el primer pueblo en juzgar a sus propios genocidas y, cuando sentíamos algún temor, solo nos bastaba ver la foto de unas Simples Mujeres, cada una de ellas con el escudo de su Amor y su pañuelo blanco, enfrentando la carga de la policía montada.        

          Ahora, después de un buen trecho de camino recorrido, con aciertos y errores, escuchando a algunos Negacionistas, (el catalán cantaba: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”), como digo, escuchándolos, me viene un fastidioso dolor de …testículos, y vaya si me duelen. Pero… además: ¿Se acuerdan la canción Muchachos?, esa que una multitud (increíble la gente que salió en paz a festejar el campeonato en diciembre de 2022) cantaba hace poco tiempo atrás:

  

“En argentina nací,

Tierra de Diego y Leonel

De los pibes de Malvinas

Que jamás olvidaré…”

 

      ¿Me explican cómo puede ser que en diciembre cantábamos eso y unos pocos meses después unos cuantos votan a alguien que admira a la tacher, enemiga de nuestro pueblo, que dirigió sus buques contra estos mismos “pibes de Malvinas que jamás olvidaré”?

      Misterio. Como sea, yo tengo fe que pronto despertaremos de esta Pesadilla y que de entre toda aquella multitud apasionada, que cantaba Feliz luciendo los colores de nuestro pabellón, aunque más no sea en forma de casaca deportiva, de entre toda esa gente aparecerá alguien que, mirándonos a los ojos, nos dirá que la patria es el otro, que el amor vence al odio y…¿se acuerdan?:

                 

                       “Les vengo a proponer un sueño”

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