EL DENTISTA
_ ¿Nombre y apellido?
_ Severino Farías.
_ ¿Ocupación?
_ Odontólogo, retirado, claro.
Severino Farías, odontólogo, me parece que a este lo conozco.
_ ¿ Domicilio?
_ Teodoro García 368 Capital.
Hum, de Capital no, de otro lado.
_ Deme su domicilio anterior.
_ ¿Qué tiene que ver mi domicilio anterior? Soy de Chacabuco.
_ ¿José C Paz 34?
_ Sí, José C Paz 34 ¿cómo sabía?
_ Soy vidente. ¿Número de documento?
_ ¡Otra vez todos los datos! Ya los puse en el formulario que me hizo llenar.
Porqué no te fijabas vos en mi ficha, ¡viejo zorro! Que siempre me preguntabas todo de nuevo cada vez que entraba en el consultorio del Hospital Municipal. Pensar que había consentido ir a hacerme el tratamiento de conducto, porque mi compañero de banco me había dicho que me atendería una dentista igualita a Marilyn Monroe, pero mi vieja sacó número para el Dr Farías, que siempre tenía pocos pacientes, porque nadie quería atenderse con él. La pobre solo pensaba en salir cuanto antes del hospital para llegar temprano a lo de los Jiménez, donde trabajaba tres veces por semana.
_ Siéntese y espere que lo llamen _ terminé diciéndole,.
Cuantas veces con el cuento de que lo mío era rapidito, me pasabas por arriba con el número y me decías, andá sentate afuera, yo te voy a llamar. Ahora te toca esperar don Severino, vos estás solito, pero yo, entonces tenía que sentarme al lado de mi mamá, que se iba poniendo cada vez más nerviosa y me surtía de coscorrones para que me quedara quieto, hasta que por fín me hacía pasar con un ¿no vas a entrar con tu mamá maricón? Y quedábamos los dos solos en el estrecho consultorio.
Apenas me sentaba en el sillón, lo primero que hacía era sujetarme la mano derecha en el apoyabrazos y envolverme por el frente con una toalla o sábana que más parecía una camisa de fuerza. Enseguida comenzaba la retahíla de órdenes y recomendaciones, todas en una invariable serie. No te vayas a mover. Tenés la boca que es un asco. Abrí más, más. Pronto se te van a descolgar gusanos cuando hables. No empecés a quejarte, maricón. Mirá lo que es esto. ¿Te cepillás alguna vez?
Ahora estás ahí, Severino Farías, esperando una firma para ese trámite que viniste a iniciar.
_Señor Farías, tiene que hacer de nuevo el formulario, hay datos ilegibles.
_ ¿Cómo otra vez? ¡Ya lo hice dos veces!
_ Es por su bien, a ver si en la central se lo mandan de vuelta.
Si te habré oído decir, es por tu bien mocoso, no protestes, cuando seas grande me lo vas a agradecer y ahí nomás me plantaba unos cartones con unas láminas delante de los ojos para hacerme esas explicaciones sobre el correcto cepillado, las enfermedades de las encías, la acción del fluor, el uso del hilo dental y la necesidad del control periódico. Se regodeaba en mostrarme las fotografías más dramáticas de las devastadoras consecuencias de no seguir sus indicaciones, no cejaba en su despliegue didáctico hasta que me veía paralizado, pálido, con los ojos desorbitados fijos en aquellas implacables imágenes. Resultado de aquel tratamiento preventivo, es esta psicosis de hoy en grado doloroso y humillante, por la que tengo que soportar la burla de mis compañeros de oficina y la mirada tolerante de mi esposa, ante mi actitud por demás obsesiva en todo lo referente a la higiene bucal.
Sin embargo tengo que reconocer que hoy tengo una sonrisa, como para vender dentífricos por la televisión,
_ Deje señor Farías, yo le completo el formulario.
Laura de Nono. Interesante. Muy bien logrado
ResponderEliminarQue bien relatado Nilda. Soy Josefina. Como estas tanto tiempo
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