Peripecias de allegado
Llegó por fin la fecha esperada. Como obedeciendo a un ritual que se desarrollaba por esa misma época año tras año, los parientes del dueño de casa le mandaron un email desde el campo: "Los esperamos en la parcela". Ese mismo fin de semana y en menos que canta un gallo, ellos hicieron las maletas y partieron en uno de los dos autos, con empleada y todo. La señora Julia me lanzó al salir una mirada húmeda, saliendo luego en pos de la empleada agobiada bajo el peso de carpas, frazadas, etc., y del marido, que acarreaba una bolsa de cuero negra con sus cosas personales, algunos libros (no se puede desconocer que es un gran lector) y me imagino que su dosis de viagra, y en la otra mano un rifle, que con el cañón hacia arriba parecía ejercitar su puntería sobre los ángeles, pese a que Julita estaba a favor de los derechos de los animales, una cosa bastante restringida en Chile, pero que estaba ganando muchos adeptos en los círculos más cultos. El acuerdo a que se llegó era que yo me iba a quedar cuidando la casa y que cuando volvieran iba a tener que empezar a buscar en serio dónde irme.
Agrado el mío recorriendo una y otra vez la prosa de este microrrelato, Jorge. Abrazo.
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