La luna de Valencia
Ese que me mira soy yo.
Corte Beatle y espinaca
de Popeye pegada
en el delantal a cuadros.
El corazón del payaso
late junto al corazón
de ese que me mira y que soy.
De ese que seré y que fui.
¿Qué miraba ese que soy?
¿El pajarito y la mano
profesional del fotógrafo?
¿Miraba el futuro
o la luna de Valencia?
¿Dónde y cuándo se perdió
esa mirada y a través
de qué espejos, y de qué lluvias?
Yo también lo miro a ese
que me mira, por fuera de la foto.
Le digo vamos, vine a buscarte.
Me dice que se viene con
el payasito y que si no no.
Ese que soy y que me mira
viene abrazado al payaso.
Los dos corazones latiendo.
Uno junto al otro. Pum pum.
¿Qué miraba desde el fondo
de esa sala de jardín de infantes?
¿El verdadero rostro del mundo
o la espalda del mundo imaginario?
Yo lo miro y lo recuerdo con
los chalecos de mi padre,
manchados de yogur y espinacas
en la batalla diaria de la salita.
¿Qué me dice ahora ese que soy
y que viene a buscarme,
a darme la mano sin soltar
el payaso, sin soltarme la mano?
¿La luna de Valencia?
¿La forma de las nubes pasando
por la ventana abierta?
Yo le digo vamos, llegó el recreo,
en el patio hay un rayo de sol
para subirse a caballo. Vamos,
sonó la campana, vamos, ahora.
¡Excelente, Santiago!...
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