lunes, 9 de agosto de 2010

Alba Bascou-Buenos Aires, Argentina/Agosto de 2010


CARA A CARA


-Cuál es el drama?- preguntó el psicoanalista-, o digamos, ¿cuál es su conflicto?-agregó con voz profesional.
-No hay caso, doctor. Todas las mujeres me aburren, lo mismo que la mayoría de las cosas. A las minas las amo, apasionadamente, hasta el desborde…, la locura y en especial si son taurinas, porque éstas tienen un savoir faire y una entrega distinta, pero después…
-¿Después qué?
-Después, nada.
-¿No se le para?
-Más que eso. Siento como un escozor por dentro, como si un ejército de hormigas me recorriera el cuerpo o si me trasformara en un gato erizado. Lo que pasa es que no sirvo para estar sentado. Metafóricamente, le hablo. ¡Me entiende? Y el quedarme junto o el irme me costaba por ahora.
-Pero,¿ ahora qué?
-Ahora?Y ahora, amo. Quiero verla, sentirla, tocarla, penetrarla, gozarla hasta lo infinito.
-¡A su mujer?
-No, a ella.
-Aclaremos. Resulta que hay una formal y otra fuera de todas convenciones. Un juego entre lo real y lo imaginario.
-Usted, sabe que no. Lo imaginario a veces se torna real. Usted mismo me lo ha dicho en alguna oportunidad.
-¿Y lo real se le hace imaginario?
-¡No!!!!!!!!!
-Ajá…A usted le gustan las transgresiones. Lo prohibido. En definitiva es un aventurero.
-No tanto. Me canso. Las mismas caras, los mismos gestos y los entornos que se repiten. La rutina. ¡Eso! La misma rutina.
-¿Nunca encontró a alguna mujer que viviera cada encuentro como una inauguración o las circunstancias como únicas, y que se lo transmitiera?
-No sé…
-Piénselo.
-Puede ser.
-¿Y?
-Ella se aburrió de mi aburrimiento y se fue.
-Es la hora-agregó el psicoanalista. La verdad es que usted también me aburre. Así,  qué le parece si lo invito cordialmente a elegir del listado de la obra social a otro de mis colegas?  Que sea con suerte. Hasta siempre, masculló el profesional estirándose la camisa.
-¡Qué grande!- pensó el paciente. Esto es creatividad. Psicoanalistas así son una joya. ¡Por qué no encontraré una mina como él?

Y salió caminando con esos pasos tan largos y seguros, tan propios del marqués de Sade, mientras de uno de los departamentos se escuchaba: “Vida mía, lejos más te quiero…”

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