De: Luego de la revisión otro parainfierno
I
Wagner siendo tocado en una pianola azul o bien en un cuarto verde, donde la bombilla de luz no se enciende hasta después de las doce del día siguiente. Mientras estas cuestiones se suceden, afuera en Alemania, en la noche de Alemania, en la calle de un poblado de Alemania, se vuelven ensordecedores los gritos de una supuesta fiesta pagana realizada a metros o a mitos del lugar.
Elizabeth, como no recordarla encabezan los comensales glotones siempre al verla, nos cuenta unos versos salados como bocadillos interminables y se ríe con carcajada de estúpida invención.
Wagner se calza las medias y hecha a andar a un camino, expulsándolo.
Luego se recuesta y el colchón se lo traga si amortiguaciones ni abismo.
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II.
Una palangana cría bajo el otoñal jardín de un emperador de oriente, a ciento dieciocho grietas, que darán lugar a menos de la mitad de los abismos del mundo.
Satanás príncipe de infiernos no tirita de frío con esta visión y con agudeza suculenta, relame su alma, que yace sobre un atrio impostado como la noche de ese lugar...el infierno.
En su ala plateada...sobre su ala plateada se descansa un cuello, una especie de otro yo movedizo...esta vez dormido inexplicablemente a su vigilia eterna, pero el, rey macabro del inframundo no contempla este detalle y tocando un inmenso piano, continua fugitivo como su mirada, como todo irreal palabrerio en equilibrio, sobre una hiedra creciendo angurrienta sobre un paredón.
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III
Magdalena fuma la niebla de un riachuelo y Walter la contempla pensativo, siempre con una pequeña gran imagen de venus naciendo de una enorme ostra.
A unos metros, sobre una reposera de lienzo, María José encarna febril, su inmundo sueño de diva y como si miles de palmas la reclamasen en un aplauso caluroso, estallan de sus ojos margaritas amarillas del tamaño de nueces. Montado en una silla giratoria, montada la silla sobre un acantilado rocoso y puntiagudo, osiris, contempla el universo, todo el dueño del mundo y de esas extrañas animaciones que se suceden playa abajo.
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IV
Sobre un cuadro, cuyo vidrio protege una lamina de Rimbaud...hay una foto.
El, actuó de la muerte, fingió los compases tras el movimiento histérico de sus grandes manos perfumadas de tabaco y uñas. En la fotografía la oscuridad de los cabellos ilumina esos dos rostros preciosamente afilados y sobre un cuadro, cuya lamina protege un Rimbaud irónicamente invencible, se suceden un cúmulo de chispas, pequeñas llamaradas violaceas, la muerte retrocede y el cuadro cae al piso de trizas.
La pared tiene un hueco, el mira su mano, las uñas le crecen. Alguien mas infinito que la eternidad de un cuadro, sale de el en forma de doce mariposas ,que sobre sus alas llevan, estallidos de diminutos volcanes.
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V
Una buscador de imágenes toca un violín, pues han dicho de el mucho, incluso que los efectos tardíos de una vara mágica no harían tanta pompa.
Al medio dia, las calles repletas de imbeciles platos adornados, vuelve aun mas imbecil la fachada de las fondas, entonces el violinista halla una imagen. Se trata de una señora gorda que juega con su sopa, revolviéndola con la violencia y la condolencia de un trastorno bi polar personificado. La señora dibuja sobre el humeante liquido las concordancias de algún sonido disparador que le sugiere la calle.
El violinista sube una nota, la señora se toma la cabeza con sus regordetas manos y abre la boca tan grande como para escupir un dragón de cómodo, adornado con chillonas cintas, con ilegibles inscripciones chinas.
El violinista se detiene definitivamente, el instinto le ha marcado una vez mas una cuestión lógica. Todos huyen despavoridos tras el rugido hambriento del dragón, engullendo quizá a la señoras, quizá a su sopa.
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