lunes, 18 de marzo de 2013

Héctor Labonia-Miramar, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2013


LOS TIEMPOS CAMBIAN


Con ambas manos acomodó el rodete del pelo de memoria, le pasó la hebilla, tomó la bolsa de los mandados y salió a la calle rumbo a la feria.
¡Buen día doña Rosa!, ¡Buen día, doña Sara! Intercambió el saludo con la vecina y marchó a hacer las compras, era día de feria, y tan sólo quedaba a tres cuadras.
Al pasar por la panadería, miró a través del vidrio que reflejó su cuerpo, robusto y con bastante panza y sus pechos caídos y achatados por la falta de uso del corpiño.
Pero ella no miraba eso, no le interesaba su físico, quería saber si había pan fresco.
Llegó hasta los puestos de los feriantes y comenzó a poner en la bolsa, verdurita, cebollas, papas, patatas, apio, lechuga,  zanahorias, ajos, el vendedor que anotaba en un papelito, recibió la indicación de que ya no necesitaba nada más, sumó todo y le dijo cuanto era y ella pagó, recibió el vuelto y siguió con las compras, en el puesto de las carnes, compró un pedazo de falda y una costilla de lomo y medio pollo. ¿Sería para hacer un puchero? No sé, yo no entendía de eso.
Ella no sabía leer ni escribir, y debería pagar, me parece, fijándose en los colores de los billetes, lo hacía sin dudar; los feriantes en ese tiempo eran buena gente, pero igual ella se traía los papelitos a casa, para que los viéramos.
Tendría unos cuarenta y cinco años, pero parecían más, llevaba una vida muy dura y de mucho trabajo en casa. Lavaba ropa para afuera, como se decía, a mano, con jabón blanco y en una pequeña pileta. Retorcía y enjuagaba las sábanas hasta que quedaban muy blancas y limpias, las  que después colgaría en las sogas de la casa de inquilinato en la que vivíamos.
Esa mujer, fue mi abuela. Estaba muy orgulloso de ella.
Cuento y recuerdo esto, para compararlo con los tiempos actuales, en que las mujeres de más de sesenta, se acicalan como chicas de quince años, más o menos.
Y ni digo de la forma que aman y hacen el amor, y algunas (muchas)  hasta viven tórridos romances, disfrutando del placer sexual sin ningún tipo de represión y en total libertad, entregando cuerpo, corazón y alma, al hombre que aman o quieren y hasta toman la iniciativa, sin ningún tipo de inhibición, ni vergüenza.
Los tiempos cambian y mucho me alegro de que así sea.
¡Que vivan estas mujeres-hembras!
Este es mi homenaje.

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