LOS TIEMPOS CAMBIAN
Con ambas manos
acomodó el rodete del pelo de memoria, le pasó la hebilla, tomó la bolsa de los
mandados y salió a la calle rumbo a la feria.
¡Buen día doña
Rosa!, ¡Buen día, doña Sara! Intercambió el saludo con la vecina y marchó a hacer
las compras, era día de feria, y tan sólo quedaba a tres cuadras.
Al pasar por la
panadería, miró a través del vidrio que reflejó su cuerpo, robusto y con
bastante panza y sus pechos caídos y achatados por la falta de uso del corpiño.
Pero ella no miraba
eso, no le interesaba su físico, quería saber si había pan fresco.
Llegó hasta los
puestos de los feriantes y comenzó a poner en la bolsa, verdurita, cebollas,
papas, patatas, apio, lechuga, zanahorias, ajos, el vendedor que anotaba en
un papelito, recibió la indicación de que ya no necesitaba nada más, sumó todo
y le dijo cuanto era y ella pagó, recibió el vuelto y siguió con las compras,
en el puesto de las carnes, compró un pedazo de falda y una costilla de lomo y
medio pollo. ¿Sería para hacer un puchero? No sé, yo no entendía de eso.
Ella no sabía
leer ni escribir, y debería pagar, me parece, fijándose en los colores de los
billetes, lo hacía sin dudar; los feriantes en ese tiempo eran buena gente,
pero igual ella se traía los papelitos a casa, para que los viéramos.
Tendría unos
cuarenta y cinco años, pero parecían más, llevaba una vida muy dura y de mucho
trabajo en casa. Lavaba ropa para afuera, como se decía, a mano, con jabón
blanco y en una pequeña pileta. Retorcía y enjuagaba las sábanas hasta que
quedaban muy blancas y limpias, las que
después colgaría en las sogas de la casa de inquilinato en la que vivíamos.
Esa mujer, fue
mi abuela. Estaba muy orgulloso de ella.
Cuento y
recuerdo esto, para compararlo con los tiempos actuales, en que las mujeres de
más de sesenta, se acicalan como chicas de quince años, más o menos.
Y ni digo de la
forma que aman y hacen el amor, y algunas (muchas) hasta viven tórridos romances, disfrutando del
placer sexual sin ningún tipo de represión y en total libertad, entregando cuerpo,
corazón y alma, al hombre que aman o quieren y hasta toman la iniciativa, sin
ningún tipo de inhibición, ni vergüenza.
Los tiempos
cambian y mucho me alegro de que así sea.
¡Que vivan estas
mujeres-hembras!
Este es mi
homenaje.
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