lunes, 18 de marzo de 2013

Isidoro Gómez Montenegro-Cosoleaque, México/Marzo de 2013


Los amantes


¡Los amantes fervientes!
Seducen del mismo modo,
cuando la edad decrece
son voluptuosos.

Buscan el silencio,
pero temen la oscuridad.
Esperan el conjuro de Érebo,
necesitan seguirlo.

Aguardan la luz de la lámpara.
El sol tardará en salir en halo místico.
Mientras la alcoba es un lecho de espinas
las palabras se olvidan.

Cuándo pronunciarlas…
escribámoslas  para que sean de bronce.
Las estrellas de sangre derruyen fuego muerto.
Los amantes crepusculares de otoño
duermen el sueño insomne.

Coruscantes son sus flancos infecundos.
Sus ojos echan de ver místicas visiones
por la magia incierta del tiempo.

Una chispa de sol borra
los nombres huecos de la memoria.

Me aferro torpemente al barandal de la cama,
en el subsuelo encuentro mil fantasmas
con los que pretendo hablar.

Basta encontrar la palabra secreta,
río herrumbrado que corre por mis venas.

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