Los amantes
¡Los
amantes fervientes!
Seducen
del mismo modo,
cuando
la edad decrece
son
voluptuosos.
Buscan
el silencio,
pero
temen la oscuridad.
Esperan
el conjuro de Érebo,
necesitan
seguirlo.
Aguardan
la luz de la lámpara.
El
sol tardará en salir en halo místico.
Mientras
la alcoba es un lecho de espinas
las
palabras se olvidan.
Cuándo
pronunciarlas…
escribámoslas
para que sean de bronce.
Las
estrellas de sangre derruyen fuego muerto.
Los
amantes crepusculares de otoño
duermen
el sueño insomne.
Coruscantes
son sus flancos infecundos.
Sus
ojos echan de ver místicas visiones
por
la magia incierta del tiempo.
Una
chispa de sol borra
los
nombres huecos de la memoria.
Me
aferro torpemente al barandal de la cama,
en
el subsuelo encuentro mil fantasmas
con
los que pretendo hablar.
Basta
encontrar la palabra secreta,
río herrumbrado que corre por
mis venas.
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