Arriba
está celeste
Gris opaco
esperanza nula.
Atravesando melancólico el ventanal.
Trunca los sueños, esparce amargura.
Divorcia la fuerza del fiel anhelo,
caen marchitas las miradas del cielo.
Es lluvia copiosa al dolor de tu alma.
Es convexo un techo negro,
de una tormenta sin calma.
Que lava suave heridas en gotas,
como a las hojas, como a tus palmas.
Se hace aguda la duda,
clavando al débil picaflor en batalla.
Se desmoronan las flores,
desde el olvido, desde la ultranza.
Y en mil dar de amores, naces venganza.
Con el picaflor los colores,
en los abismos, mueren y pasan.
Como tornados de errores.
Como ahogos del mar,
las añoranzas.
Atravesando melancólico el ventanal.
Trunca los sueños, esparce amargura.
Divorcia la fuerza del fiel anhelo,
caen marchitas las miradas del cielo.
Es lluvia copiosa al dolor de tu alma.
Es convexo un techo negro,
de una tormenta sin calma.
Que lava suave heridas en gotas,
como a las hojas, como a tus palmas.
Se hace aguda la duda,
clavando al débil picaflor en batalla.
Se desmoronan las flores,
desde el olvido, desde la ultranza.
Y en mil dar de amores, naces venganza.
Con el picaflor los colores,
en los abismos, mueren y pasan.
Como tornados de errores.
Como ahogos del mar,
las añoranzas.
¿Es que nadie te
dijo?
Es la luz oscura
de las tempestades del alma.
Es la luz oscura
de las tempestades del alma.
Es el crisol que
anuncia,
las imperfecciones insanas.
Pero no desventures
por siempre y sin pausa.
Callan un día los gritos,
de la destemplanza.
Pasan saludan, vuelan mudanza.
Es la luz del cielo la causa.
Cuando guiña un claro,
a la templanza.
Del vibrar tonalizado,
de la esperanza.
Se disipan los grises.
Y con el picaflor los amores.
Inundan tu bóveda de nuevos colores.
Entre vuelos perfumados,
entre destellos, las convicciones.
las imperfecciones insanas.
Pero no desventures
por siempre y sin pausa.
Callan un día los gritos,
de la destemplanza.
Pasan saludan, vuelan mudanza.
Es la luz del cielo la causa.
Cuando guiña un claro,
a la templanza.
Del vibrar tonalizado,
de la esperanza.
Se disipan los grises.
Y con el picaflor los amores.
Inundan tu bóveda de nuevos colores.
Entre vuelos perfumados,
entre destellos, las convicciones.
Es cóncavo un
techo sin fin.
En un celeste infinito,
arriba del gris.
Donde moran tus venturas
más tarde a sufrir.
En un celeste infinito,
arriba del gris.
Donde moran tus venturas
más tarde a sufrir.
No temas el gris de hoy,
porque arriba está celeste.
No temas aunque
te cueste
porque por siempre de Dios,
potentes sus miradas acarician en flor.
porque por siempre de Dios,
potentes sus miradas acarician en flor.
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