CORRENTADA
Estamos sentados al borde del río. Sobre unas piedras.
Con las piernas colgando como si no tuvieran vida; algunas veces parece
que el agua las salpica, pero es tan sólo una sensación.
Nos acariciamos sin tocarnos. Tan solo nuestras miradas inexpresivas parecen
cobrar vida cada vez que se cruzan las pupilas sin brillo.
- ¿Cómo estás amor mío? –
pregunto.
Y ella, la mayoría de las veces no responde ni con la mirada, sumiéndome
en una tristeza más profunda aún.
Pasamos largas horas por las noches, recordando.
Cada uno con sus pensamientos en aquellos tiempos felices, cuando
podíamos tocarnos y hacer el amor.
Ahora sólo podemos abrazarnos, pero el espacio entre los dos se
interpone.
Y siempre, invariablemente, recordamos la noche de la crecida del río,
cuando la correntada nos arrastró.
Quise salvarla. Logré llevarla hasta la orilla pero las piedras cada vez
más grandes nos golpearon y aparecimos río abajo.
Nos encontraron tres días después a varios kilómetros.
Todavía estábamos abrazados.
Qué bueno Marta
ResponderEliminarNo intuí el final, al que el principio lo hace hermoso aunque sea dramático.
Luis
Luissiburu@hotmail.com
Marta: Te tengo que agregar un nuevo título: Campeona del micro relato. Me encantó la historia. Muy sintética y precisa y además creando un clima cuasi romántico que se rompe de repente con un desenlace inesperado. Sugerencia: mandalo a algún concurso de microcuentos, está fabuloso. Un abrazo desde Miramar. Marcos
ResponderEliminaresta vez me hiciste lagrimear.Bravo Marta, sabes hacer lo que queres Adelante,te seguiré disfrutando.
ResponderEliminarcariños, RITA