LA ABUELA GOYE
dedicado a Ricardo Nicolini
En
el año 1947, la calle Juan Agustín García era de tierra y de pocas casas. Todas
ellas eran muy humildes, realizadas con mucho sacrificio. La abuela Goye ,
hacía tres años que vivía sola. Su marido --el tano Nicola--había fallecido
atropellado por el tranvía 84 en la Av. Nazca y Camarones. Bebió con lo compadres
algunas copas de más . Se despidió y al cruzar la Av. encontró la muerte. Las
muertes anteriores , de sus dos hijos gemelos en la costanera norte , la
dejaron a la abuela Goye no solo sin esperanzas y sin sueños, había perdido la
voluntad de vivir . Cuando uno de los amigos del Tano tocó el timbre y le
comunicó la noticia, la abuela Goye se desplomó. La vecina Florinda del Par ,
llamó al Hospital Álvarez, pidiendo en forma muy urgente una ambulancia. Cuando
le preguntaron qué le pasaba al enfermo , ella la miró a la abuela y no
supo decir otra cosa , que creía que no respiraba, estaba dura mirando al
techo , sin emitir ninguna palabra.
La
abuela Goye estuvo internada 37 días . Los médicos cuando le dieron el
alta , uno de ellos se animó y le dijo : "Goye , camine despacio , cuídese
, no se caiga y podrá vivir muchos años ".
A lo
que la abuela Goye le contesto : "Para qué quiero la vida, si me han
dejado sola "
Faltaban
pocos días de diciembre , y ya el año 1947 se terminaba . Los vecinos dejaron
de verla.
Doña
Pepa, la panadera de la calle LLavallol , al tiempo dejó de guardarle la
cremona que tanto le gustaba a la abuela y al Tano.
Nunca
más la vieron barrer muy temprano, la vereda angosta y elevada. Cuando llovía
fuerte corría un pequeñísimo río en el sanjón formado por el tiempo.
Una
tarde de Enero de 1948 , el papá de Lali que vivía enfrente , la vío salir toda
vestida de negro. Cerró con llave la puerta y emprendió el camino junto a ella
,respentándole el silencio, después de decirle : "Buenas tardes
abuela Goye".
Ella
lo miró , y respondió al saludo con un suave agachar la cabeza.
En
la esquina de García y LLavallol , el papá de Lali, le dijo :"Chau" y
ella levantó un poco su mano derecha.
Llegó
a la Iglesia Santa
Rita y le preguntó al cura Toto si podía confesarse.
Se
sentaron en el confesionario , se originó un largo silencio, el padre no se
animaba a molestarla hablándole y entonces esperó.
Pasaron
cinco minutos , pasaron diez minutos, pasaron veinte minutos y el silencio se
vistió de un halo apesadumbrado.
El
padre Toto , cuando ya no soportó más, se atrevió a decirle : "Hija te
escucho "
----Padre,
hace dos horas , me comí las pastillas que tengo para las ratas,¿ cree que
puedo vivir un poco más ?-----
El
Padre , le estaba por responder, cuando sintió que el cuerpo de ella caía con
fuerte ruido al piso.
Al
salir del confesionario , se encontró con el rostro de la abuela Goye, sobre el
piecito izquierdo del monaguillo Ricardito, que venía apurado a decirle, que no
podía venir a misa de las 19y 30 horas , porque se iba al cine Sol de Mayo con
su mamá.
Abel: las necesidades espirituales siempre piden atención y, cuando ese cuidado no llega, por distintas razones, se dice basta. No se logra seguir luchando sin esperanzas. La Abuela Goye tenía apagados todos los estímulos que suele dar la vida. Tierno y real, gracias Abel,
ResponderEliminarAbel,triste pero muy realista.me emociono...Paracca, de palermo
ResponderEliminarA pesar de su dureza, este relato emociona y conmueve. Sin duda la abuela Goye es un relato salido de una pluma sensible, que nos hace pensar en nuestros mayores y darles su justa dimensión. Me gustó enormemente, beso Alicia
ResponderEliminarAbel: es un cuento escrito con mucho sentimiento, recorriendo las callecitas del barrio. ¿La abuela Goye existió? Bueno, eso es lo que menos interesa. Para los que lo leímos, existió.
ResponderEliminarAbel: Has logrado una amalgama extraña, la combinación de lo entrañable, lo costumbrista, con el misterio y el final inesperado. Cundo leí tu relato por primera vez no me esperé el desenlace, más vale parecía una descripción costumbrista de una época. Bravo! Abel Espil: ¡Qué es
ResponderEliminarcritor!