“Comisario”, obra de la artista
visual argentina Beatriz Palmieri.
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No mintió el comisario
Unas veces por el norte, otras desde
el sur, muchísimas por el oeste, las noticias daban cuenta de una fuerte oleada
de hechos delictivos que alteraba los ánimos convirtiendo al país en un
caldero. Nadie quisiera pensar que salir rumbo al trabajo o regresar al hogar,
luego de arduas jornadas, pudiera convertirse en una especie de
juego de azar.
El miedo causa estragos, muchos se
aprovechan de las situaciones difíciles tratando de obtener réditos de
esas, como las agencias de seguridad privadas, las empresas de cámaras,
alarmas, iluminación disuasiva. En ese maremágnum de terror tampoco
faltan los que prometen tener la solución en sus manos, previo voto de
confianza expresado en urnas que terminan emitiendo la misma melodía. Cuando
mucho, a veces, modifican tibiamente algún acorde.
La historia electoral suele
ser apenas modificada previa utilización de elementos cosméticos que no hacen
sino permitir el avance de la putrefacción.
Una tarde convulsionada por el
intento de robo que concluyó con el asesinato a mansalva de un joven, el
comisario de la zona, gentilmente, se hizo presente a una de las tantas
auto-convocatorias de vecinos preocupados que masivamente se lanzaron a
la avenida principal. Llevaban pancartas con la foto del muchacho
que parecían blasones de luto, mientras las lágrimas contorsionaban dejando
surcos de sal sobre rostros jóvenes, maduros y viejos; femeninos o masculinos.
Y no era para menos.
El comisario dio la cara y fue muy
sincero, de hecho dijo lo que quería decir. Tanto fue así que terminó
desnudando su verdadera ideología aunque pasara por alto para más de uno. Con
voz que pretendió ser amistosa, sumándose a la preocupación vecinal, el tipo
descargó su diatriba con una seguridad que espantó, y que a otros
su razonamiento preocupó muchísimo más que la situación caótica que estaban atravesando.
-Desgraciadamente, dijo, estamos
como México y en esto no hay vuelta atrás, agregó, haciendo uso de un
desconocimiento absoluto de la realidad de casi todos los países de América
Latina que están padeciendo el mismo flagelo y no por casualidad.
Pero claro, esto sucedió en
Argentina, de la situación en México habla actualmente toda la prensa oficial
sin ahondar en aquella realidad. De última y estando tan lejos ¿a quién puede
interesarle acá lo que sucede también en Guatemala, Honduras, El Salvador,
Colombia? ¿Y por qué sucede?
¿A quién puede ocurrírsele que el
mundo está en llamas y que la exclusión todavía existe en este patio trasero
que está haciendo esfuerzos sobre humanos para salir de históricos
hostigamientos?
¿Y qué el narcotráfico sentó bases
creando metástasis que van contaminando pueblo por pueblo, región por región y
que para que esa metástasis se extienda hubo, primeramente, que inocular el mal
para mantener a las sociedades en vilo y a las juventudes hechas pedazos?
-Las fuerzas policiales no
podemos hacer nada, no tenemos gente, no alcanzan los patrulleros, no
tenemos presupuesto ni para cargar combustible, comentó el comisario frente a
la multitud. Y remató (a mi juicio literalmente re mató) con una
conclusión categórica: lo único que podría parar todo esto, sería la formación
de grupos de seguridad que salgan a cazar a los delincuentes que están haciendo
lo que quieren y ya vemos como va todo. Nosotros estamos con las manos
atadas, dijo cerrando el discurso causando una preocupación mayor.
-Si ellos no pueden hacer nada,
comentaba una señora mayor, esto irá de mal en peor.
Esa conclusión desafortunada,
lanzada como escupitajo impactando en el centro del sentido común,
provocó cabezazos de aprobación de algunos presentes miopes, penetrados
por la reiteración de un discurso que manifiesta la perversidad de un sistema
que hace uso de imbéciles capaces de convencerse, para convencer, que el
fuego puede ser apagado con combustible. La invitación a futuras acciones pergeñadas
para impartir orden, fue lanzada como al descuido, pero no fue una frase
descuidada sino demasiado llamativa. Uno escucha hablar de grupos armados
actuando ilegalmente por fuera de estructuras legales y siente un escalofrío
recorriendo la espalda.
Aunque sepamos que ambas estructuras
son parte indivisible de un cerebro bicéfalo.
Fue entonces cuando pensé que no
mintió el comisario. Es cierto que están con las manos atadas y no pueden hacer
nada. Mucho menos teniendo en cuenta la concomitancia existente entre la
delincuencia y las propias fuerzas policiales.
Entre la delincuencia y el poder
político.
Entre el delito y la justicia
corrupta.
Sin esa coexistencia no
existiría la necesidad de auto convocatorias vecinales, ni veríamos la
tristísima escena de ojos convertidos en factorías de lágrimas derramadas sobre
rostros jóvenes, maduros, viejos; femeninos o masculinos.
No mintió el comisario, simplemente
omitió decir que están auto-maniatados. Reconocer que prefirieron formar
un nudo gordiano y ahora piensan que la solución radicaría en
formar bolas de fuego listas para incendiar nuevamente la historia presente y
la futura.
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