PULMÓN DE MANZANA
Varios edificios altos rodean su monobloque. Es una
pieza más del conglomerado de cemento que ocupa una manzana entera.
Entretejido
urbano que asoma por todos lados donde dirija la vista.
Ventanas
abiertas o cerradas llenan sus paredes como
ojos que espían tras los vidrios sin cortinas.
Habitados
por miles de personas, viven las vidas que ese hombre quiere imaginar en sus
monótonos días.
Desde que
empieza a asomar el sol por arriba de la azotea del décimo piso que mira al este, comienzan los ruidos de las cortinas de
enrollar. Una tras otra, crash, crash, izadas por manos sin rostros.
Él imagina
quienes habitan dentro. Niños, ancianos, estudiantes, obreros, mujeres que trabajan corriendo al tiempo.
Desde
temprano aprovechan la primera claridad
para llenar sus mesas con luz.
Él piensa
que algunos tomarán mate cocido con pan del día anterior.
Otros
beberán un café negro y saldrán rápido.
Algún joven
jugará a la play, mientras desayuna
tostadas con manteca y dulce de leche.
Otros solitarios
como él, seguirán sin objetivos certeros el día que comienza.
Al
promediar la mañana, todo queda en silencio por un rato. Algunas ventanas
permanecen cerradas. Otras se cierran y luego se abren.
Al mediodía,
una sinfonía de platos, cubiertos, aromas de guisos y frituras escapan por los
respiraderos de las cocinas haciendo eco en el pulmón de esa manzana edificada
sin piedad.
Son como
narices que respiran un poco de aire puro dentro de las jaulas donde habitan.
Por las
tardes todo queda en silencio.
Los
ancianos se recostarán a dormir pensando que quizás sea la última siesta.
Los
escolares harán los deberes a regañadientes.
Alguna
adolescente leerá una novela de amor.
No se oyen sonidos. Ni el canto de los pájaros, ni
gritos.
Cuando el
sol se empieza a ir, el brillo da en algunos vidrios limpios que miran al oeste
y se refleja en la mirada aburrida del
hombre.
Por las
noches, los ojos de las casas se iluminan.
Como un
tornado, ruidos, música y olores se arremolinan en el patio interno que hermana los monobloques.
Los
televisores, con sus ratings feroces,
inundan el pulmón de manzana.
Él hace
girar las ruedas de su silla y se pone a preparar la cena.
Relato espléndido de la realidad que nos circunda.En este caso agravado por la discapacidad del personaje.Aunque considero que la escritora , no deja sin manifestar que hay distintos grados de discapacidad, en esta sociedad tan difícil.Me gustó, amiga.
ResponderEliminarAbel Espil
Marta : un relato tejido con doble imaginación, la del personaje y la del escritor que lo concreta. Buena idea, colega. Te saluda,
ResponderEliminarMarta: Un relato rarísimo. Parece una descripción, una semblanza de la vida colectiva y hasta parece que las menciones a ese alguien están de más. Pero lo resolvés al final en un renglón. Simplemente genial. Ojalá tu obra trascienda porque es muy buena. Felicitaciones una de mis escritoras vivas preferidas. Marcos.
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