ESTAMPA
GRIS
Hacía rato que la lluvia caía,
silenciosa y pertinaz sobre la ciudad dormida.
Una cortina de tinieblas y
agua se desprendía del cielo porteño.
Los charcos brillaban en los
adoquines tornándose efervescentes por las burbujas que se formaban y
reventaban una a una.
El hombre iba tirando del
carro con dos ruedas, deteniendo su andar en cada esquina, en busca de algo que
lo hiciera feliz.
Y la única felicidad que podía
conseguir estaba en los contenedores.
El hombre era una estampa
gris. Gris de pobreza, abandono y
desamor.
Las zapatillas
agujereadas, los pantalones
arremangados, su campera raída, la barba tupida como una ventana cerrada al
rostro y la gorra con visera que ocultaba en parte sus ojos sin brillo bajo las
cejas pobladas.
Arrastraba los pies. Un
cigarrillo apagado colgaba de sus labios.
Profundas arrugas le surcaban
el rostro dibujando el mapa de su pasado
Algunas veces sonreía y
murmuraba algo incomprensible, pero rápidamente el gesto se volvía adusto y
seguía por la calle solitaria con sus recuerdos a cuestas.
Algunos coches al pasar a su
lado lo salpicaban, pero no le importaba.
De pronto detuvo la marcha sin
fin y se puso a rebuscar en el contenedor de una esquina.
Metió sus brazos en él y
empezó a abrir las bolsas despaciosamente, una por una.
Repentinamente, al abrir una
bolsa blanca, sonrió.
Se le iluminó el rostro.
Comenzó a canturrear una
canción en ruso que tenía guardada desde
la niñez.
Una canción que creyó olvidada
para siempre.
Y siguió su camino con el
preciado tesoro que había encontrado esa noche.
Un muñeco de plástico sin piernas.
Lo besó en la frente.
Lo apretó contra su pecho y
sus ojos se volvieron muy brillantes.
Marta: seguramente la mayoría pensará un una bolsa con dinero. Qué otra cosa podría ponerlo feliz!!! Nadie puede adelantarse a los sentimientos, ni explicarlos.
ResponderEliminarBuen final:.. Un abrazo,
Amiga: la compenetración en el sufrir que comprende a una parte de nuestra sociedad, así como también, la sorpresa al final con un hecho sensible, me han gustado.
ResponderEliminarAbel Espil