sábado, 23 de agosto de 2014

Ascención Reyes (cuento)-Chile/Agosto de 2014



EL EXTRAÑO


     La noche está oscura como si fuera una antesala a lo desconocido y tenebroso. Sólo destacan en el cielo incontables puntitos de luz, que parecieran hacer guiños al caminante osado cuya silueta apenas se divisa entre las sombras de los árboles.
     Por el camino rural, desierto a aquella hora, se desplaza una figura parecida a un nomo encogido, no tan pequeño como un enano, ni tan grande como un hombre. Más parece un perro erecto que camina deslizando suavemente sus patas traseras, deteniéndose cada cierto trecho para husmear en derredor.
     A lo lejos, se divisan luces que denuncian vida humana. Una casa y su entorno. Se escucha un suave balido de ovejas, acomodándose para pasar la noche. Luego el mugido de una vaca  trasnochada buscando a su cría.
      El caminante se detiene, emite un gruñido sordo, como ave de presa que presiente a la distancia aquello que significa supervivencia. Mira a su alrededor con unos ojos fosforescentes, que perforan la oscuridad de la noche. Un escalofrío de temor recorre su piel oscura. Está solo, se sabe perseguido y desfalleciente por falta de nutrientes adecuados. Mas, debe seguir o podría ser esta su última oportunidad pues mientras esté vivo tendrá que hacer lo suyo.
      Paso a paso avanza, hasta alcanzar los corrales de los vacunos. Ya las luces de la casa se han apagado y solamente se divisa un farol encendido en el dintel de la puerta, indicando peligro. En su camino hacia el gallinero, ve las ovejas dormidas, juntas como en un enmarañado enjambre. Su fino olfato huele sangre y sus vísceras se alertan a la espera de su alimento.
      Llega a la enrejada jaula donde las aves duermen profundamente con su cabeza bajo el ala. Abre la puerta con movimientos seguros de sus extraños dedos, terminados en  uñas romas. Prosigue su camino, casi deslizándose por la tierra, al punto que el fino oído de aquellos seres emplumados no han advertido su presencia.
      Alarga su brazo en un movimiento veloz y coge a un macho, presume que es el jefe del grupo. Aprieta con fuerza el cuello de su presa, quien ni siquiera puede aletear. Acerca su hocico perruno al ave agónica y descubre a la poca luz existente, un par de colmillos blancos que hunde en sus venas mayores. La sangre hace abandono del pequeño cuerpo, que el intruso succiona con callada desesperación.
      Metódicamente, va tomando de una en una todas las gallinas, dejando sus cuerpos secos en el suelo del recinto. A lo lejos el perro guardián aúlla a la noche presintiendo muerte; sin embargo, aún  no ha captado su presencia.
      Ha terminado su tarea en ese lugar, pero aún no es suficiente. Desanda su camino y observa el piño de ovejas en plácido sueño. Ya su andar es más seguro, sus fuerzas tienden a recuperarse.
     Dobla su cuerpo y seminclinado elige a su primera presa, un pequeño cordero inquieto, que podría alertar al resto. En un similar actuar, aprieta su cuello, hunde sus colmillos y chupa con calma hasta la última gota. Y así de animal en animal hasta no dejar ninguno vivo.
      Se incorpora, y ya su aspecto ha sufrido una extraña metamorfosis. Su silueta se ve más alta, su cuerpo ya no es oscuro y su rostro perruno ha cambiado. Ya no hay hocico largo, ni colmillos descomunales.
      Su cuerpo nuevo, de silueta casi humanoide, se estremece. En su desnudez, siente el frío reinante, debe cubrirse luego, su pequeño equipaje lo aguarda a corto tiempo de allí.
     Pasa cerca de los vacunos, quienes le dedican una mirada curiosa y uno de ellos lanza un mugido, que más parece una despedida agradecida a la extraña visita.
     Al pie de unos álamos y entre unos matorrales, descubre una bolsa de donde saca una vestimenta masculina, que rápidamente se coloca. Luego prosigue su camino con andar seguro y regular. Mientras lo hace, rememora esta, su última experiencia en este extraño y lejano planeta.

                 
                 Supervivencia: Según instrucciones específicas que he recibido para este viaje.                                                                                     Alimento proporcionado por seres que los humanos consumen en su casi totalidad. Es aconsejable no interferir en el actuar de sus habitantes, mostrando mi aspecto natural. Para ello tengo que ingerir una cápsula que contiene información genética de éstos, junto con el líquido rojo y caliente, que cambia totalmente mi  aspecto exterior. Regreso fijado en tiempo lunar, a cinco imágenes completas del blanco satélite. Ya queda solamente una. Pronto volveré a mi lugar de origen.
                 Análisis de la misión: El planeta Phi, llamado Tierra por sus habitantes, no es el mejor sitio para cifrar esperanzas. Tiene una superficie muy rica en elementos convertibles en progreso y supervida. Está poblada por seres impredecibles, demasiado indiferentes para cuidar su entorno;  hasta llegan a destruirlo con facilidad. Otras, se atacan entre ellos  en razón de grandes espacios llamados ciudades, países o continentes. Al parecer su finalidad es conservar el dominio absoluto.
                 Comparaciones: El planeta, el KW 100  en la galaxia de Andrómeda, está saturado de población. En él se vive una organización casi perfecta. La convivencia es absolutamente pacífica. Sin embargo, es un planeta anciano y su plazo se acaba inexorablemente. La Tierra, en cambio, como planeta joven, tiene muchos aspectos interesantes a considerar.
                 Conclusiones: Creo haber encontrado mucha información sobre la cual se podría investigar más extensamente. Llevo un detallado registro en mi banco de memoria, visible solamente por rayos Alfa-Beta. El tiempo de esta misión se acaba. Recomiendo a mis superiores enviar otros científicos  en breve. Fin de la transmisión.

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