Cuadro de Ricardo Roberto González |
LA
INVASORA ZARPA
DEL PÁNICO
Los sonidos del bosque se
reanudan con las quejas de los guacamayos.
Reverdecen las hilachas colgantes
de la maraña vegetal sobre la tierra rojiza.
Una nube de insectos zumbadores
alborota el estrecho sendero.
Aturden los bullicios de
pajarracos bobos. Parlotean entre el follaje espeso y se mezclan con gruñidos
salvajes. Rugidos alertas de melenas y rayas.
Se deslizan simios de espesos
párpados, gimen, con avidez de cahorro amamantado abriéndose paso entre
enjambres de negros abejorros.
En un intervalo mínimo de
silencio, se escucha el sonido grave de un acorde de violín.
Su corazón comienza a latir acelerado.
Tengo que encontrarlo, se repite
una y otra vez.
Levanta la voz, apresura sus
pasos. Sé que está cerca, lo presiento. Sé que me está esperando. Me lo
prometió antes de despedirse.
Un resplandor dorado penetra entre los árboles gigantes al final
del sendero que se va angostando hasta casi
desaparecer.
Semioculta, entre copiosos
arbustos surge una casucha de un gris
parduzco.
Dos aberturas diminutas como
ventanas a cada costado de la entrada.
Se acerca tiritando, temerosa.
Entra al vacío lúgubre, Crujidos de maderas viejas, bajo sus pies descalzos.
Los múltiples filamentos del tejido viscoso de las arañas, la sobresaltan, se
balancean leves y confusas, sobre un esqueleto reseco, como un hilo de esparto.
Allí está, sentado en un
rincón, recostado sobre un montículo de
tierra acumulada en una mesa de troncos. Entre sus falanges un vaso mohoso,
junto a la botella de cerveza. Bajo su cúbito izquierdo, cubierto de hojarasca,
sobresalen apenas las cuatro clavijas del mástil del violín.
La invasora zarpa del pánico
acelera jadeando entre sudores.
Como una bestia acurrucada, en un
abrazo de fiebre aturdido, abre con recelo los ojos de mirada turbia.
E su padre el que está allí, de
pie, al lado de su cama, mirándola, mientras le acaricia la frente con ternura.
Está allí, sin hablar, con los ojos húmedos.
Sobre la silla, el estuche del
violín.
Josefina: me gustó mucho el relato. Transporta y te adentra en la situación. Un beso,
ResponderEliminarRicardo me gusta mucho tu pintura, y te agradezco compartirla en Literarte.
ResponderEliminarBeso Josefina
Muchas gracias Laura !!!!
ResponderEliminarbesos y cariños!!!
Un relato delicado y doloroso, muy bien contado ya que tiene a la vez un componente misterioso que solo se resuelve al final. Felicitaciones!!!
ResponderEliminarRaul
He aquí un relato estremecedor, pleno de sensaciones. Realmente da gusto leerlo una y otra vez, Lina
ResponderEliminarAgradezco mucho tu comentario LIna!!!
ResponderEliminarbesos Josefina