sábado, 20 de diciembre de 2014

Trinidad Aparicio-España/Diciembre de 2014

Jumbo le da más


Jumbo le da más, rezaba el eslogan del fantástico Hipermercado Jumbo. Incauta piqué el anzuelo e ir  a comprar al Jumbo se hizo habitual en mí. Ni qué se avecinara una hecatombe hubiese comprado tanto. ¡Cómo acaparé mercadería para sumar puntos con la ventajosa tarjeta del Jumbo! Es muy probable que de no confundir la tarjeta del Norte con la del Jumbo, o de no olvidarme ésta, tan a menudo en casa, hubiese sumado tantos  puntos como para ganarme el premio mayor. Mas… al año, cuándo sí, o sí, había que canjear los puntos, recién tenía ganado un juego de sábanas de cama individual. Pero igual, con cándida ilusión, al Jumbo me dirigí para retirar  el regalo.

- "El documento por favor" - me dijo, con mucha suficiencia la inexperta jovencita  que atendía   al cliente.  -¿Para? -dije sorprendida- ¡Si tengo la tarjeta del Jumbo! No hubo caso. Por más razones que esgrimí, no logré sacarla de sus trece, y, con más o menos bronca, pensando "otro día será" tome el 71 y... sin regalo regresé a casa.

            Al día siguiente, con la precaución de no olvidarme el documento, ni la tarjeta,  inicié la segunda tentativa. Más… ¡Oh sorpresa! Al llegar al mostrador me informaron con cínica sonrisa que  había caído el sistema. Ahí sí, mi bronca fue MAYÚSCULA. A punto estuve de armar un espectáculo, mas... me dije: “No te ofusques Trinidad, que la ira es mala consejera". Sabio refrán. De mala gana y con cara de pocos amigos salí del hipermercado.    Divisé que se acercaba el micro; y cargaba con una bolsa en cada mano,  a pesar de la artrosis, traté de correr, pero... todavía cegada por la frustración me tragué la mampara de cristal que protege el refugio de pasajeros.

 Gorriones, estrellas, música, rayos y culebras, vinieron a mí. Con los lentes rotos, y la nariz a lo porki, pensando en la pobre pantera Rosa, sofocada por la carrera y semejante papelón, logré eso sí, alcanzar el  "bus". Las lágrimas, sin respeto a mi dolor fluían de mis ojos deslizándose sin consideración por mis mejillas, la nariz me sangraba, la gente me miraba, y yo avergonzada iba diciendo: "trágame tierra". ¿Pero  creen qué  desistí? ¡Ni por esas!

Me dije: “a la tercera va la vencida.” Y vencí. Resumiendo: el importe de las sábanas, era de 17 $. Yo gasté 24 pesos  por el arreglo de las gafas, más el importe de tres viajes ida y vuelta…. ¡Total qué pagué  el regalito con sangre sudor y lágrimas!
            Con semejante experiencia puedo decir yo... ¿Qué Jumbo me dio más?

2 comentarios:

  1. Amiga querida, está todo previsto para que sucedan estas cosas. Siempre a favor de quien te engaña. Supongo que NUNCA MÁS, verdad???
    Hermoso relato, como de costumbre.
    Tu amiga que te aplaude,

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  2. Bueno y real tu comentario. Indignación.Bien escrito.
    Teresa de Cañuelas,

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