WIKILEAD
Una llamada del teléfono sacudió a
Azul. Al atenderla, desconociendo la voz, se enteró que una de sus sobrinas del
primer matrimonio la estaba hablando. Un estremecimiento por emoción o por
incomprensible, la sacudió. Hacía 30 años que nada sabía de ella. Fue una larga
conversación y el enterarse que tenía su misma profesión. Una sonrisa se le
extendió en la cara, cambiando recuerdos muy lejanos de cuando viniendo de su
Salta natal, Cintia se quedaba con sus hermanos jugando con sus hijos. La
comunicación siguió estando por internet, donde se fue enterando de situaciones
dolorosas de la madre de Cintia, que sufría una demencia senil. Desde los
mensajes de faceboock, Azul contestaba la
tristeza de Cintia, con palabras de apoyo y cariño. Cintia también hacía
lo mismo. Fueron unos pocos meses hasta que ella le comentó que viajaría con su
hermana a visitarla en su casa. Algo la estremeció. Eran recuerdos enterrados
en el tiempo, dolores que dejaron heridas profundas de los que ellas no tenían
parte.
Un sábado se concertó el encuentro, a la tarde. El
hijo de Azul se acercó también para encontrarse con sus primas que ya le habían
enviado mensajes. El timbre sonó con estridencia más que de construmbre y Azul
bajó a abrirles la puerta de entrada. Cuando se vieron se pusieron a llorar y
no paraban los comentarios del que bién que estás tía, siempre igual, hermosa,
con los tacos como siempre…La reunión fue amena y Azul quiso creer en esa
oportunidad del destino que permitía el reencuentro con seres queridos que por
circunstancias especiales se había quebrado. Casi finalizando la reunión,
surgió la noticia de que Esther, la abuela de ellas y los hijos de Azul, había
muerto. Era calculable. Había corrido el tiempo. Más allá de acercarles sus
sentimientos, Azul, preguntó con ¿un toda la familia bien? La contestación no
se hizo esperar, la respuesta un nos vemos poco, con voz arrancada desde debajo
de la laringe y girando la temática hacia lo bueno del aire acondicionado que
traía el tren.
Empezada la nochecita, se despidieron. Mientras
bajaban en el ascensor, Cintia le comentó como al pasar que la casa de
Chilavert, de la abuela, le había quedado a los hijos. Y queel tío Horacio, el
ex marido de Azul, había vendido su parte al hermano menor, a quien Azul
siempre le había querido y ayudado en aquellas viejas épocas. Como cuando
tomaron la Universidad
de exactas en la época de la dictadura y lo resguardó en su casa y otras
tantas. Sintió como otro rasguño en alguna parte interior de su cuerpo. Se
despidieron con un nos vemos.
Azul tenía el problema de no hacer gimnasia física
sino mental, que en general provocaba que su corazón se sintiera lastimado
muchas veces y sus músculos le pidieran a gritos hacé aqua gin.
Despidió a su hijo y con semipromesa por medio de un
asado donde una de ellas vivía, subió las escaleras en lugar de esperar el
ascensor y llegó a su departamento. Se le avalanzó Ráfaga, su fox terrier, quien había estado la mayor parte del tiempo
escondido en el placard del dormitorio como era común cuando no aceptaba
visitantes. Era como que se alegraba que la reunión hubiese terminado.
A las 12 de la noche, apagando las luces de la casa
para dormir, Azul se detuvo de pronto. Sus neuronas habían empezado a jugar
entre ellas y le estaban dando la respuesta. El encuentro había sido el
argumento para informarle que su exmarido, una vez más, había maltratado a sus
hijos, no sólo abandonándolos desde los quince años, negándose a conocer sus
nietos sino que los había desheredado en
vida. La respuesta por la visita no tardó en llegar. Las sobrinas eran simples
mensajeras.
No podía creerlo o mejor dicho, era simple, nada se
podía esperar de un ser abandónico, ausente, dibujito del pasado que tanto daño
había causado a Azul y su familia.
No era el interés lo que la sobresaltó, sus hijos ya
tenían sus lugares en la vida y de ella recibirían todo, sino esa bronca
masticada por lo años al ver el sufrimiento de los hijos por su ausencia, y
viendo que cuarenta años después, el corazón de ese hombre –que fue su amor de
adolescencia y juventud - seguía tranformado en una roca.
Y que en este siglo, aparecen noticias escondidas por
los espías de turno.
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