EL MOMENTO ESPERADO
A pesar que su nombre hacía pensar en algún ancestro
británico, James Greenfield era todo lo contrario, de baja estatura, tez muy
blanca, calvo como un huevo. Sus cabellos rubios y crespos alrededor de
las orejas daban la impresión de tener todo su pelo, protegiendo su testa con
un jockey que usaba siempre. Su salvación eran unos vivaces ojos azules y su
contagiosa sonrisa. Este aspecto le permitía impresionar bien a quienes lo
conocían por primera vez
Pensaba... ¿Cómo lo haría? Era su primera visita a Isabel.
Su casa quedaba muy distante de la suya, pero en su auto no serían más de 20
minutos. Las veces que había pasado por allí recordaba que había bastante lugar
para estacionar. Luego de aparcar su vehículo tendría que caminar hacia la casa
que estaba rodeada de varios aromos en plena floración.
Lo difícil vendría después. Había urdido una tonta razón
para que Isabel lo hiciera pasar a su casa. Además debería hacer algo, o más de
algo, para que ella aceptara la invitación a comer con él. Y si todo salía
bien, a continuación, talvez podrían ir a bailar. Esa era la intensión que
llevaba encubierta.
Isabel, era más alta que él. De rostro interesante,
destacando sus ojos celestes y su boca carnosa. A su juicio era muy bonita.
Desde que la vio por primera vez, saliendo de la iglesia, no pudo dejar de
pensar en ella como su ideal modelo de mujer. Recordaba sus manos pequeñas, su
breve cintura y las piernas sinuosas...De vestir elegante y una voz sensual que
lo hacía soñar locuras. Isabel, era una belleza.
La gran caja de cartón que antes había protegido un
refrigerador, cubierta con un mantel plástico dado de baja, fue lo primero que
vieron sus ojos, al despertar dentro de ella. Pero Jaime Campoverde estaba
convencido que lo que percibían sus sentidos sólo era un mal sueño, su realidad
era la de James Greenfield, escondida dentro de una botella.
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