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Ella pone
la música de rock a todo lo que da el MP3.
Las
Pelotas, Babasónicos, La Renga
la acompañan mientras avanza sobre sus patines por las calles del barrio de
Almagro.
Lleva un
piercing en una ceja y otro en el labio inferior.
Va a toda
velocidad por Corrientes a las 8 de la noche. Vuelve a su casa después del
trabajo en la oficina y luego de cuatro horas en la facultad por la tarde.
Al pegar la
vuelta en la esquina de Corrientes y Anchorena un hombre le cierra el paso.
Traje
oscuro, camisa blanca, pelo negro engominado,
corbata a pintitas, sonrisa de costado…
Y le dice
con voz conquistadora: - “¿Mary, Peggy, Bety, Julie?”
María
Fernanda para en seco. Lo mira asombrada y piensa: -¡qué desubicado!
Sigue
patinando por Anchorena y en la esquina de Zelaya dobla a la derecha.
A mitad de
cuadra otra vez aparece el desubicado y le dice: -“Tus ojos para mí, son luces
de ilusión que alumbran la pasión que tengo para ti”… Un tono porteño bien
arraigado tiene en su voz este ejemplar.
Caray, dice
María Fernanda. Y con voz fuerte le suelta un:
- Flaco,
quién te creés que sos, ¿Gardel?
- ¡Sí! ¡Soy Gardel, pebeta de mi barrio!
“nostalgias, de escuchar tu risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego tu
respiración…” le canturrea al oído arrastrando la voz en tono canyengue.
María
Fernanda llega a su casa pero no puede olvidar ese tipo raro, vestido fuera de
época de voz dulce y conquistadora.
Espera
ansiosa el día siguiente y se sienta en un umbral de Corrientes y Anchorena.
Y aparece
él.
Esta vez
viene con traje marrón oscuro, chambergo de costado y moñito al cuello.
Ella se
queda mirándolo esperando que le dirija
la palabra.
Y él le
dice: “Cómo ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar”…
-
Ché
Gardel, mis ojos son verdes…
-
Sí,
ya sé, pero Lepera la escribió así…
-
Bueno,
le contesta ella, vamos para tu casa en la calle que lleva tu nombre. ¡Mirá
vos! ¡Tenés una calle a tu nombre y todo!
-
-
Y claro, ¡Si soy Gardel!
Y llegan a
la casa donde vivió ese tipo fuera de época. Recorren sus ambientes decorados
como cuando vivía con su madre.
-“Viejo barrio, perdoná si al evocarte se me
pianta un lagrimón…
La chica no
sabe si se lo va a encontrar algún otro día.
-
A este chabón no me lo voy a olvidar jamás, piensa.
Y, desde ese momento su MP3 tiene todos los
tangos de Carlitos para acompañarla mientras patina por las calles porteñas.
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