lunes, 21 de diciembre de 2015

Luis Tulio Siburu-Argentina/Diciembre de 2015



El alfiler y la mariposa
Una tiene junto a sus pies un alfiletero para sus labores de costura. La otra se divierte ante su pecera sin agua, tapada con un cartón torpemente agujereado y una mariposa adentro. El cuartito del fondo es el ámbito de todo. La noche se lleva a la anciana y a la niña. La luna trae algo de luz y mucho de encanto. El aspirante a poeta pone la fantasía. Así comienza el cuento.
Hay un contagio de romanticismo a través de las paredes de la casa vecina, Serrano 2135, donde vivió Borges de los dos a los catorce años. Seguramente allí nació Fervor de Buenos Aires. Un tercio de calesita, otro de sueños de zaguán de amores, uno más de afectividad por la vereda rota y la pared descascarada.
Waldo de los Ríos levanta la batuta, y del cielorraso de la vieja casona de Palermo Viejo, baja la sinfonía número 40 en sol menor de Mozart, cargada de sensualidad.
Por la ventana entreabierta se desliza ese pequeño poema de la gigante Alfonsina
”Oye: yo era como un mar dormido. Me despertaste y la tempestad ha estallado. Sacudo mis olas, hundo mis buques, subo al cielo y castigo estrellas, me avergüenzo y escondo entre mis pliegues, enloquezco y mato mis peces. No me mires con miedo. Tú lo has querido”.
Hay algo más. La deteriorada reproducción  de “El beso en la cama”, de Toulouse Lautrec, que habían trasladado desde el living por renovaciones, comienza a tener movimiento dentro del marco, emitiendo susurros de sábanas. El ambiente está armado. Faltan los protagonistas.
Ya llegan. La mariposa aprovecha un descuido de su dueña ausente y sale por el único resquicio que le dejaron. El alfiler se despereza y escapa de la cama para multitudes que la prolija abuela le destina. Ella despliega sugestiva sus hermosas alas de colores. Él camina erguido como acero, alzando su brillante cabeza. Se acercan, rozan, seducen mutuamente.
Se han estado amando a través del vidrio, sin hablarse, en el secreto de una relación inimaginable, casi imposible. Sin que ambos conozcan del todo la respuesta del otro, pero intuyendo que hay un sí por anticipado.
La raída alfombra los recibe con polvo de estrellas, suavidad de ternura, horizontalidad de pecado que no merece castigo, caricia sin miradas espías.
La mariposa se siente penetrada por el alfiler. El amor se consuma pero no se consume.
Mañana ellas seguirán cosiendo y jugando, mientras ellos se continuarán mirando, pecera de por medio, esperando la noche de la música motivadora, los versos tentadores, la pintura erótica. El momento de la liberación del lugar de la rutina diaria, pero a la vez el instante del presidio de los sentimientos y el deseo.
La soledad de la medianoche es una mentira. Hay una muchedumbre de besos en la oscuridad. El romance y la atracción sexual no es sólo para los humanos. Eso aumenta el número de participantes. Y la utopía de quien escribe.

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