lunes, 18 de enero de 2016

Ascensión Reyes (cuento)-Chile/Enero de 2016



LA SOMBRA DEL TRAUCO

El bosque umbroso recibe los últimos rayos de sol que despiden aquella tarde de estío. Es un verano excepcionalmente caluroso y despejado de nubes. La temperatura es agradable, haciendo del paisaje que bordea el camino, el embelezo de la muchacha.
Unos ojos penetrantes y misteriosos se han desperezado de su letargo. La presencia de la hermosa joven y su caminar despreocupado, han motivado su interés.
El dueño de aquellos ojos es un hombrecillo de no más de un metro de alto, que cubre su cabeza y cuerpo, con un gorro y capa de quilineja (vegetal fibroso y duro), semejante a una verdadera escoba andante. Camina silencioso y a pasitos cortos, porque en vez de pies tiene una especie de muñones, pero eso no es obstáculo para desplazarse con facilidad  por entre el matorral cercano al camino.
En sentido contrario cabalga un muchacho. Al estar a la altura de la joven se desmonta y surge un tierno saludo de enamorados. Se miran, la abraza, y le susurra al oído todas aquellas cosas que a la muchacha la dejan sin voluntad para negarse a acompañarlo a un bosquecillo. El lugar parece desierto y luce tapizado con una alfombra de pasto y hojas secas, que invitan a sentarse sobre él. Allí surgen más abrazos, besos y caricias con la pasión propia de la juventud de ambos protagonistas. Tendidos en la mullida alfombra natural, con los ojos cerrados, están concentrados en su hacer amoroso y no advierten que el hombrecillo está junto a ellos y los observa con curiosidad. De pronto, el extraño saca de entre su ropaje un pequeño mazo que descarga sobre la cabeza del muchacho, dejándolo inconsciente por un instante. La joven siempre con los ojos cerrados, no advierte que el hombrecillo ha tomado el lugar de su enamorado, embrujando el momento con un instante de placer ardiente, explosivo e inolvidable para ella.
El hombrecillo se retira, tan silencioso como llegó, parecido a una sombra que se desliza por entre matorrales y árboles…suavemente. Sólo se escucha el piar de los pajarillos buscando acomodo en el tupido follaje de los árboles.
La muchacha despierta del encantamiento y presintiendo, que si se entera su familia, este momento le traerá bastantes complicaciones. Después de tanta efusión, prefiere dejar a su enamorado sumido en lo que cree un sueño plácido y reparador, y emprende con mucha prisa el camino de regreso a su casa.

Pocos meses después se celebra la boda, la muchacha ya luce un abultado vientre, los padres resignados se han puesto sus mejores galas, y en casa han dispuesto una pantagruélica cena para todos los invitados, que son bastantes entre parientes y vecinos. El joven camina vanidoso hacia el altar para unir su vida con la mujer que pronto le dará un hijo.
Desde un árbol cercano, unos ojos miran con curiosidad la ceremonia, y de pronto, el dueño de aquellos, emite un chillido de triunfo, que en ese momento se confunde con el de las aves que cruzan el cielo, en raudo vuelo. La soleada tarde empieza a cubrirse de nubes oscuras que presagian tormenta.   

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