EL ULTIMO BAILE
A Edith Coñuecar P.
Mi espíritu fue,
estuvo allá, contigo,
tenía que atajar a mi
ausencia
que se empeñaba en
escribir
lo que mi enfermedad
furiosa me impidió;
te quería demasiado
para no estar allí
en ese momento divino,
mis pies forzaron la
senda
y me llevaron a
Quilpué.
Una rosa blanca
escribió en tu lápida mi
Adiós,
una lágrima y un beso
registraron mi presencia
en el libro de la vida,
luego con una sonrisa
tomé tus manos
y te invité a bailar.
Fue el último baile
terrenal,
el último abrazo,
nuestra despedida,
luego el viento te alzó
al cielo
para llevarte al padre
Dios.
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