La dimensión social de la discapacidad
Un niño, al que le falta una pierna, juega al
futbol en el equipo de su barrio. Corre a una velocidad increíble con sus
muletas. Se ha especializado en los remates bajos de cabeza. Su sentido de la
oportunidad y sus goles son celebrados por todo el equipo y por la grada en la
que nunca faltan sus padres.
Una niña encantadora y un poco tímida del mismo
barrio, con un leve déficit cognitivo, se ha vuelto taciturna y casi nunca
juega con sus amigos. Sus padres están preocupados. A pesar de que le hacía
ilusión ir al instituto, desde que ingresó en él está muy cambiada.
Incomprensiblemente, se ha convertido en objeto de bullying.
La
OMS dice que la discapacidad es un término general que abarca
las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la
participación.... Es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las
características del organismo humano y las características de la sociedad en la
que vive. La mejor forma de visualizar esa tensión entre un individuo con
discapacidad y la sociedad es en los casos concretos como los mencionados, pero
también podemos empezar a reconocerla identificando nuestra capacidades y
nuestras limitaciones personales, comprobando si son aceptadas, o no, por las
personas de nuestro entorno y por nosotros mismos.
La
ONU habla de 1000 millones de personas con discapacidad, una
de cada siete personas, el 15% de la humanidad. Habla de su vinculación con la
pobreza (80%), con la dificultad de acceso a la salud y a otros servicios
públicos, y describe la discapacidad como un fenómeno que depende de la
sociedad y no solo del cuerpo de las personas.
Desde la perspectiva de los derechos humanos, las
personas están discapacitadas por la sociedad y no solo por sus cuerpos. Una
forma de comprender esta tensión entre un individuo con discapacidad y la
sociedad es viéndola en casos concretos como los mencionados, otra consiste en
comenzar por reconocer nuestras capacidades y nuestras limitaciones personales,
y comprobar cómo son aceptadas, o no, por las personas de nuestro entorno y por
nosotros mismos.
La autoayuda se
ha especializado en restaurar el narcisismo deteriorado en vez de revisar
valores y objetivos.
¿Qué nos indica todo esto? Pues que los conceptos
de normalidad, integración o capacidad son relativos y varían de unas
sociedades a otras. Una forma de ponerlos a prueba es saliendo de nuestra zona
de confort. Basta con que nos relacionemos con personas que viven de una forma
diferente o que nos veamos obligados a convivir durante un tiempo en un barrio,
una aldea o un país con una cultura distinta, para comprobar que ya no somos
las personas integradas que éramos en nuestro lugar de origen. Tendremos que
esforzarnos por aprender nuevos valores, nuevas normas, nuevas rutinas,
prejuicios y tabúes que dificultan o facilitan la integración.
La discapacidad siempre tiene una cara individual y otra social.
La discapacidad siempre tiene una cara individual y otra social.
Desde el punto de vista individual, una
discapacidad física, cognitiva o sensorial puede dar lugar a un camino de
superación que nos haga mejores y más fuertes (el mundo del deporte y de la
ciencia están llenos de ejemplos) o a una vida de dependencia psicológica que
culpe a los demás de cómo nos sentimos. Todos hemos experimentado lo que significa
disfrutar de un logro, producto de nuestro esfuerzo, y lo que significa
atribuir la culpa de nuestros déficits a otro o al mundo. Subjetivamente, lo
que importa es el grado de autonomía y de crecimiento que cada uno experimenta
como fruto de su esfuerzo. Esa es la base de la autoestima adulta, y no algunas
de las tonterías que se pueden leer en los libros de autoayuda como "hay
una diosa en ti" o "eres el mejor".
¿Qué quieren decir esas frases? ¿Que si no eres
una diosa o el mejor no eres nada? ¿Que cuando salgan esa diosa o ese
"mejor" todo se arreglará? La autoayuda se ha especializado en
restaurar el narcisismo deteriorado en vez de revisar valores y objetivos. Pero
sin necesidad de ser "lo mas", hay un magnetismo reconocible en las
personas que luchan por construir su propio camino partiendo de una condiciones
siempre limitadas.
Desde el punto de vista social, aspirar a una
sociedad en la que quepamos todos con nuestras capacidades y limitaciones se
convierte inevitablemente en una lucha política. Concebir la vida como una
carrera de obstáculos con un ranking de ganadores y perdedores o como una lucha
por la supervivencia entre fuertes y débiles puede evocar imágenes deportivas o
de documentales de la 2, pero cae de lleno en la versión más simplista y
despiadada del capitalismo. Responde a un modelo de sociedad fascinada por la
competitividad como única vía para alcanzar el éxito y la integración.
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