Me acaban de llamar para ofrecerme una tarjeta dorada, sería bueno
tener una con la que se abran deseos. Una que juegue al resplandor. Una que
tenga el sabor de ciertos dulces lejanos y la mullida tibieza
protectora que dura tan poco y se busca incansable. No hay caso, lo
dorado o lo adorado, con flecos de sol sobre lo que sentimos, no está en venta
,no necesita tarjeta de crédito, se descubre o se crea.
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