viernes, 21 de abril de 2017

Crisitna Villanueva-Argentina/Abril de 2017



Me  acaban de llamar para ofrecerme una tarjeta dorada, sería bueno tener una con la que se abran deseos. Una que juegue al resplandor. Una que tenga el sabor de ciertos dulces lejanos  y la mullida tibieza protectora  que dura tan poco y se  busca incansable. No hay caso, lo dorado o lo adorado, con flecos de sol sobre lo que sentimos, no está en venta ,no necesita tarjeta de crédito, se descubre o  se crea.

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