LA PRUEBA
La
mujer sonriente y luminosa, suavemente se acerca al extranjero venido de las
montañas de Tracia o de lejanas playas. ¿Qué más da? Ella sostiene en sus manos
un rollo de papiro.
Aquel
a quien atrajo la grandeza y opulencia de las fiestas y espectáculos heredados
por la molicie, el lujo, el harem, la idolatría.
Aquel
que habíase deslumbrado con las empavesadas barcas paseándose sobre
artificiales lagos con bailarinas en hieráticas posturas.
Aquel
que había visitado la sala Hipóstila de Karnac, las esculturas del Templo de
Abydos y admirado los grandiosos
monumentos del Valle de los Reyes. Había pasado bajo el Arco de Triunfo de
Thebas, (que recordaba la toma de Kadedh). Entre los obeliscos y las gigantescas
estatuas de Rameseum en Menphis, aquel extranjero sentíase vacío. “El deseaba
conocer la Verdad, el secreto de las cosas. Quería respirar la rosa de Isis y
ver la luz de Osiris”.
El
extranjero está con esa mujer de oscuros ojos, repentinamente aparecida. Es
hermosa y, en su mano sostiene un rollo de papiros. Ella habla, él la escucha,
tembloroso.
-“Has
vencido, pruebas, muerte, fuego, agua. ¡Has vencido! Pero vives esclavo en las
tinieblas de los sentidos. Si las prefieres a la luz. ¡Quédate con ellas!
Engrandécete
para entrar en la esfera de la Verdad. Soy tu invisible hermana. ¡Soy tu propia
alma!
Este es el Libro de tu Vida.
Contiene tu pasado y futuro. ¡Ahora me conoces! Volveré cuando me llames y las
desenrollaré ante ti.
Pero aquella Isis de santuario oculto, rosa
mística de la Sabiduría, se ha evaporado cual blanca nube…
El extranjero vuelve a su soledad, cual loto que
crece largo tiempo en un recodo del río,
antes de abrirse en flor
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