HERNÁN RIVERA LETELIER
Algunas
novelas suyas han sido adaptadas al teatro (La Reina Isabel
cantaba rancheras ) tiene
varias adaptaciones, una de ellas con la participación del mismo Rivera
Letelier,
traducida a varios idiomas, particularmente al alemán, francés e inglés.
Está
casado desde 1974 con María Soledad Pérez, a quien conoció cuando trabajaba en
la mina de cobre Mantos
Blancos. "Ella se enamoró de mí cuando me vio a través de una ventana,
bailando rock and roll". El matrimonio tiene cinco hijos. Cuando
se le ha preguntado por qué empezó a escribir, en alguna ocasión ha dicho que
"por las prostitutas”
Lo que sucedió
fue que en los años de su viaje juvenil, que lo llevó por Chile y el Cono Sur,
en realidad pasaba hambre. Y una noche, escuchando la radio con un amigo, se
enteraron de que un concurso de poesía prometía como premio una cena para dos.
"Cuando escuché la palabra comida me bajaron las musas y dije - yo puedo
hacer un poema. Nunca había escrito nada ni había tenido un libro de poesía en
mis manos (salvo los versos de los libros del colegio), pero tuve la convicción
absoluta de que podía hacer un poema y que me iba a ganar esa cena";
agarró entonces el cuaderno donde pegaba fotos y postales del viaje, que lo
tenía guardado en la mochila y se sentó a escribir su primer poema,
"inspirado en una enamorada que había dejado en la pampa". "Me
salieron cuatro páginas; al día siguiente lo fuimos a dejar a la radio"
Efectivamente,
ganó el concurso, lo que no dejó de ser una suerte, porque gracias a él salió a
la superficie su vocación de escritor o "contador de historias", como
prefiere autonombrarse,
vocación que lo ha convertido en uno de los autores más leídos en Chile.
Rivera
Letelier es agnóstico. Al respecto dice: "Yo tuve una infancia muy
religiosa. Mis padres eran evangélicos y pasaban en la iglesia orando y
cantando. Llegó un momento en que dejé de creer en todo eso", y bromea,
refiriéndose a su éxito como escritor: "Yo no creo en Dios, pero creo que
Dios cree en mí"
LA
REINA ISABEL CANTABA RANCHERAS
La Reina Isabel, ha muerto. Una
dulce prostituta, decana en su oficio que a todos sus clientes deja
satisfechos, porque sabe darles en el gusto, desde escuchar sus cuitas, hasta
soportar sus descargas sudorosas en cortas noches de relajo.
Ambientada
en una oficina salitrera y su pequeño pueblo, Pampa Unión, perdido en el
desierto, entre Calama y Antofagasta, aglutina a un grupo de hombres que han
ido a labrarse una posibilidad de trabajo, dejando hogar, esposa e hijos en
otras zonas del país.
La rutina
se desarrolla entre trabajo, relajo de cantina y prostitutas que han llegado
para ganar dinero en el trabajo más antiguo del mundo, creándose una suerte de
amistad y solidaridad.
La mal
llamada Reina Isabel, nunca cantó Rancheras, pero si gustaba de ellas y los
años de oficio le cobraron la cuenta. Cierto día se puso mal y falleció rodeada
de sus colegas más cercanas.
En la
pobreza en que se vive en el pequeño pueblo, un funeral causa una complicación
económica. Sin embargo, pronto es superado con una suerte de empeño colectivo,
en que se cumplen todas las formalidades para dar cristiana sepultura a una
mujer anónima, pero que dejó de serlo al movilizar al pequeño poblado y sus
habitantes, acompañándola hasta el pequeño cementerio, donde quedarán sus
restos. El mismo destino que posteriormente sufrieron todas las oficinas
salitreras del norte del país.
Rivera
Letelier, ha sabido ocupar una veta literaria que quedó huérfana desde hace
muchos lustros. Rescatar la vida y tragedia de la minería del caliche, sus
penas y alegrías. Los problemas sociales y económicos en que vivieron aquellos
trabajadores que por años sufrieron de postergaciones e injusticias laborales.
Al escribir
sobre el tema también ha tomado de la mano, aquel submundo dominado por el
sexo, tratado como algo natural inherente a la vida de cualquier mortal. El
tema de esta historia está tratado en forma tragicómica, como todo lo que
escribe Rivera Letelier, mixturando la tragedia con ese algo de positivismo y
comicidad propio del hombre de nuestro pueblo. Como podría comentarse: “Llueve
a cántaros y yo no llevo paraguas. No importa, eso quiere decir que mañana no
tendré necesidad de bañarme”.
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