ALEXANDROS PAPADIAMANDIS – GRIEGO
LA ASESINA
Yanú la Franca, Jadula o
Francoyanú, es una mujer “casi sesentona”, sindicada en la obra como anciana o
vieja. Al respecto este escritor griego, palpa la realidad de pobreza e ignorancia
en que viven, a comienzos del siglo pasado, los habitantes de aquellas hermosas
islas de su país. Esta anciana mujer ha tenido desde su nacimiento hasta el
momento en que se cuenta la historia, un pasado triste y lleno de conflictos
que en su ignorancia lo adjudica a su condición genérica (hembra). Hija de un
buen hombre y de madre arpía que sabía de hechizos- al parecer tiene muy mala
imagen materna- pronto la casaron con Yanis de Franco, asignándole una pequeña
dote en relación a la de sus hermanos
varones. Jadula tuvo siete hijos, tres varones, que al emigrar a otros lugares
los perdió, el cuarto estaba prisionero acusado de homicidio, de las tres hijas
la mayor solterona, la siguiente casada con un pobre carpintero. De la tercera
no se hace mención, salvo al comienzo.
La historia comienza cuando Jadula
cuida a su última nieta, enferma de resfriado a consecuencia del “Colimbidia”,
ceremonia del primer baño en batea, al parecer ritual común entre los
habitantes de lugares apartados. La
abuela sabe que la pequeña no se salvará. Su madre reposa en cama,
convaleciente de un parto difícil.
Mientras mece la cuna, la mujer,
reflexiona sobre la dura realidad de ser mujer, asociándolo a su pasar,
cuidando de los suyos. Primero a sus padres, luego a sus hermanos, a sus hijos
y ahora a sus nietos. En un instante, decide poner fin por anticipado, al
sufrimiento de la bebita, por el hecho de ser hembra. La ahoga. Da como
respuesta a su hija cuando esta le pregunta
“tal cual lo dices hija”, desligando en cierta forma su culpa.
En cierta ocasión se le escuchó
decir “¡Así le viene en ganas a una, de ahogarlas a la hora de nacer¡”,
refiriéndose a las niñas. En ese momento ni siquiera ella suponía que lo
pudiera llevar a la práctica. Sin embargo, un tiempo después empuja a dos
pequeñas, hijas de unos vecinos agricultores, a manera de librar de su cuidado,
a su madre enferma. Es sorprendida, ante lo cual finge un aparatoso salvataje.
Poco después, otra pequeña se ahoga en una noria, cayendo en sospechas directas,
Jadula, por circunstancias parecidas a las anteriores. Antes de apresarla la
mujer escapa hacia una roca muy grande que se hunde mar, donde vive en una
ermita Anyios Sostis un anciano asceta (religioso), a quien confesará sus
faltas. Para llegar a ese lugar debe pasar por una angustura cubierta por el
mar, lugar que a ciertas horas de bajamar se convierte en un camino arenoso.
Mientras es perseguida por dos hombres armados, uno de uniforme y otro de
civil. No alcanza a pasar, las aguas la cubren. Su última mirada la dirige
hacia las costas de Bostani, lugar donde sus padres le dieron como dote unas
tierras desiertas y su pensamiento y recuerdo se remonta al momento en que la
visten de novia y la casan engañada, privándola de igualdad en cuanto a sus
hermanos varones.
-¡Ah¡ ¡Ahí está mi dote¡ sus últimas palabras
y la garganta que une la roca de la ermita con tierra firme, se constituye en
el nexo entre la justicia divina y la de
los hombres.
Un cuento que extraña por el actuar
atrabiliario de una mujer, que para nuestra realidad, resulta ilógico o poco
creíble. Sin embargo, estamos hablando de un siglo de distancia, en que la
mujer ha cambiado su mentalidad, de objeto a persona. También, esta historia
corresponde a lugares similares a los campesinos nuestros, de años perdidos en
el tiempo, donde la ignorancia y la incomunicación de los miembros de las comunidades
eran bastante notorias. En esta historia hay muchos elementos que esculcar con
relación a la mujer que en aquellos tiempos tenía nada más, y nada menos, que
el valor de su dote. Formada con una mentalidad oprobiosa de su condición de
mujer. En ese romper de cadenas entra la justicia, la moral, la divinidad y la
familia, por decir algunos conceptos. Fue cosa de varias generaciones cambiar
esta mentalidad.
Una historia Ad-ovo, con un narrador
omnisciente que penetra hasta en los pensamientos de la mujer. Presenta muy
buenas imágenes del lugar y lujo de detalles que llevan al lector a la acción
misma. Su protagonista, único personaje principal, a veces desconcierta y
molesta por su ignorancia despiadada, curiosamente termina contando con nuestra
absolución, considerando el tiempo en
que se desarrolla la historia y las costumbres imperantes, que en ningún caso
justifican el homicidio. Es una mujer enferma del alma, y Dios hace lo suyo,
“Justicia”.
ALEXANDROS
PAPADIAMANDIS
Skíathos,
1851-1911 - Escritor griego. Fue pope de la Iglesia ortodoxa. Su obra narrativa, centrada en
la vida de los marineros de Skíathos, hizo escuela por su original mezcla del
naturalismo francés y el análisis psicológico, junto con un gusto por lo local
y popular. Escribió cerca de doscientas novelas cortas, y de su obra cabe
destacar Khristos Miliónis
(1885) y La asesina (1903).
Aléxandros Papadiamandis, se da
a conocer muy pronto, en 1.879, con novelas históricas y de aventuras, pasando
luego a la narración costumbrista, que cultiva durante casi veinticinco años.
Su estilo, totalmente personal, hizo de la pequeña sociedad de su tierra, la
isla de Skiazos, un universo. A través de ella mostró héroes que toman una
dimensión humana universal con sus ilusiones, debilidades, pasiones y visiones.
Nació en esta pequeña isla del Egeo en Agosto de 1.851, era hijo de pope y de
ahí le vino el apellido.
Tras
realizar allí los estudios primarios y secundarios, marchó a Atenas para
estudiar en la universidad y trabajar de periodista. Hondamente influenciado
por la fe cristiana, llevó una vida sencilla y humilde como un pobre
desheredado de la sociedad, limitándose a subsistir con el corto sueldo que
obtenía de sus colaboraciones en periódicos y las traducciones de importantes escritores
extranjeros. Por esta característica, se le ha llamado “el santo pobre de la literatura griega”.
Durante
un período de tiempo vivió en el Monte Athos con intención de llegar a ser
monje. Escribió muchos cuentos incitado a menudo por los directores de
periódicos que le encargaban textos para celebrar Navidad y Pascua. Por eso
existen gran cantidad de ellos ambientados en estas fechas.
Después
de 1.900, domina el tono lírico en sus escritos. “Sueños sobre las olas”, “Sueños
del 15 de Agosto”, y el más largo, a modo de confesión plena de lirismo,
“Orillas rosas”.
La
obra de su última década, si no la más representativa, la de más fuerza, es “La Asesina”. Personaje central de esta novela
es Francoyanú: a sus sesenta años, pasa revista al pasado y comprueba que la
mujer es siempre una esclava de sus padres cuando es soltera, de su marido
casada, después de sus hijos y, finalmente, de los hijos de sus hijos. Así
concibe la idea de matar niñas pequeñas, para salvarlas de los sufrimientos.
Con esta idea fija, llevará a cabo una serie de asesinatos y, perseguida por la
policía, se ahogará en el momento en que busca refugio en una iglesia junto al
mar; “en el istmo que une la roca de la ermita con tierra, a mitad de camino
entre la justicia divina y la humana”. Es una heroína a la altura de las
heroínas de las tragedias antiguas.
Papadiamandis,
posee un talento especial para enlazar en sus obras la verdad del tema, la
fuerza de la realidad, la adoración por la naturaleza que a menudo, en
determinados puntos alcanza las fronteras del paganismo y una profunda fe
cristiana. Todo esto, sazonado con su fascinante estilo lingüístico. Abandonó
la vida en 1.941 en su isla. Era primo de Alejandro Moraitides, un escritor
importante que también vivió durante años en el Monte Athos, como monje. Muchos
filólogos se ocupan exclusivamente en el estudio de sus libros. Su novela “La asesina” ha sido traducida a
varios idiomas con gran éxito.
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