Liliana
Ponce: sus respuestas y poemas
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Liliana Ponce nació en
1950 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Egresada de la
carrera de Letras por la Universidad de Buenos Aires, efectuó estudios de
posgrado de lingüística y semiología, así como de la escritura, la literatura y
las religiones de Japón, en especial el budismo. En ese marco, colaboró como
investigadora adscripta en la Sección de Estudios Interdisciplinarios de Asia y
África (UBA, 1993-1997) y fue editora y partícipe del volumen “El teatro noh de Japón” (tsé-tsé,
Buenos Aires, 2002); tradujo “Mishima-Kawabata.
Correspondencia” (Planeta, Buenos Aires, 2003), y poesía clásica japonesa. Publicó
numerosos artículos sobre teatro y literatura de Japón en revistas literarias y
de arte, como “Estudios de Asia y África” (Nº 3, UBA, Buenos Aires), “Cuadernos
de AUN” (Asociación Nikkei de Argentina, Buenos Aires), Revista de Arte
“Canecalón” (Buenos Aires, 2005), Revista “Siamesa” (Buenos Aires, 2008), “La
Ratonera. Revista Asturiana de Teatro” (España, 2011). Ha dictado conferencias
y seminarios: citamos “Introducción a la poesía clásica de Japón” (Fundación
Nancy Bacelo, Montevideo, Uruguay, 2012), “Japón: escritura, poesía y poética”
(Centro Cultural Enjambre, Buenos Aires, 2013). Participó en congresos
nacionales e internacionales (México, Chile, Brasil, Costa Rica). Es miembro
activo de ALADAA (Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África) y
miembro adherente de la Fundación Instituto de Estudios Budistas (FIEB). Está
incluida como investigadora del área en el “Directorio de Estudios sobre Japón
en Hispanoamérica” (Japan Foundation, 2005). Publicó los poemarios “Trama continua” (Primer Premio Fondo
Nacional de las Artes, Corregidor, Buenos Aires, 1976), “Composición” (Último Reino, Buenos Aires, 1984), “Teoría de la voz y el sueño” (tsé-tsé,
Buenos Aires, 2001) y “Fudekara”
(tsé-tsé, Buenos Aires, 2008). Integra las antologías “Antología de la poesía argentina” (Casa de las Américas, Cuba,
1999), “Poesía erótica argentina”
(Manantial, Buenos Aires, 2002), “Mandorla
8. New writing fron the Americas” (Illinois State University, 2005), “Antología de poetas argentinas. 1940-1950)
(Ediciones del Dock, 2006), “Poesía
manuscrita” (volumen 2, Buenos Aires, 2009) y “200 años de poesía argentina” (Alfaguara, Buenos Aires, 2010);
traducida al francés, participó de “Voix
d’Argentine” (París, Francia, 2006).
1
— ¿Considerás que
hubo algo determinante en tu infancia respecto de tu visión del mundo y de la
poesía?
LP — Supongo
que sí, las vivencias de la infancia son fundamentales en los seres humanos. En
mi caso fue muy determinante el interés de mi padre por la literatura, diría
clásica; mi madre, a su vez, tenía un sentido estético que aplicaba a lo
cotidiano, las rutinas más simples. La atención a la naturaleza seguramente fue
influencia de mi abuela, a través del jardín que cuidaba respetando las
estaciones y la armonía, y de mi abuelo, que tenía una pequeña huerta doméstica.
2 — Tus últimas dos
frases de un reportaje que te hiciera Alicia Smolovich en 2002, han sido: “Yo
aspiro que el poema sea algo en sí mismo, no sea la expresión de una emoción.
No escribir sobre algo, escribir eso.” Trece años después, ¿podrías
añadir…?
LP
— Sí, reitero esa concepción. Siempre sentido y forma son una
unidad a trazar, a plasmar, algo difícil de explicar. Porque para mí es siempre
escribir “desde”, no “sobre”: cómo hacer de cierta experiencia, una experiencia
de escritura.
3 — ¿Algo sobre tus
preferencias musicales…?
LP
— Fascinación por algunos temas de Nirvana —“Smell like teen
spirit”, “Lithium” —, porque escucho sobre todo música contemporánea, en
especial rock cantado en inglés y en sus diversas vertientes: U2, REM, The
Cure; más atrás, Nico, Bob Dylan, Patti Smith, Leonard Cohen; más cerca, Amy
Whinehouse, Jack White, Jake Bugg… La lista puede ser tediosa.
4 — Un poema tuyo se
titula “A Jorge García Sabal”. Haber leído y releído varios libros suyos me
inclina a pedirte que lo evoques (si es que has tratado a este poeta argentino
nacido en 1948 y fallecido en 1996) y a que te refieras a su poética.
LP
— Ese poema está basado en un sueño, sutil y emotivo, que tuve con
Jorge. Teníamos gran empatía, en muchos sentidos. Lo traté en la época de
lecturas en que participábamos activamente los poetas relacionados con Ultimo
Reino, y al terminar, algunos nos reuníamos a cenar, a veces en su departamento
de la calle Virrey Liniers. En cuanto a su poesía, la encuentro expresión de
una profunda mirada sobre el transcurrir humano, el devenir del tiempo, pero en
imágenes que siempre se leen en música y su silencio —don que me parece un
verdadero misterio.
5 — ¿Cuáles son tus
escrituras “insufribles”?
LP
— Mi respuesta puede resultar “literariamente incorrecta”, pero no
me interesa, no le encuentro el punto de contacto poético a la poesía de tipo
épico, o a la que sigue un plan “macro”, como “La divina comedia”, de la que puedo leer con placer algunos versos
pero que nunca disfruté o logré sumergirme íntimamente. En las antípodas,
tampoco me interesa la poesía contemporánea que se centra en el lenguaje
coloquial o vulgar, que hace de cada gesto banal un poema —lo considero falta
de compromiso artístico, carencia de sensibilidad; aunque estas observaciones,
por supuesto, no se refieren a la poesía experimental o las innovaciones
respecto de los sonidos, los espacios de la página, etc.
6 — ¿Es posible que nos
ilustres respecto del lugar de la poesía en el desarrollo artístico del período
medieval en la historia de la literatura japonesa? ¿Lo ligarías con quienes
cultivaron la forma de versos encadenados o poemas de 31 sílabas, etc.?
LP
— El acercamiento a la poesía japonesa es
de por sí complejo. Aunque estudio el sistema de escritura y aspectos teóricos
del género, creo que la inmersión en la cultura nipona me dará siempre
resultados limitados. Respecto a la pregunta, comento brevemente que Japón,
desde tiempos bien lejanos, reunió en sucesivas antologías poéticas
(generalmente con apoyo y participación imperial), textos de autores
reconocidos. La primera fue el Manyoshû (siglo VIII), a la que
siguieron Kokinshû (siglo X) y Shinkokinshû (siglo XIII). Y en este
proceso fue fundamental el camino que iría tomando la escritura: de hacerlo
directamente en chino, se pasó a escribir en chino con valor fonético hasta
combinar los logogramas chinos (kanji) con el sistema silábico hiragana.
Pero el uso de versos alternados de 5 y 7 sílabas (también impronta de la
poesía china) fue común a todas las producciones. Entre el waka (primero
denominación para la poesía escrita en japonés y luego sinónimo de tanka
—poema corto de 31sílabas—), el renga o poemas encadenados y el haiku (término más
moderno), derivado o desprendido del haikai, hay un hilo conductor.
Porque en la poesía japonesa la clave es la medida y no la rima. La literatura
antigua y la que podríamos llamar “medieval” (etapa de gobiernos militares, los
shogunatos), era elitista, solo los integrantes de la nobleza o los cortesanos
tenían acceso al conocimiento de la lectura y la escritura; los poetas del haiku
(a partir del siglo XVII), fueron en general artistas más populares y
testimoniaron la práctica religiosa (el budismo, especialmente) como vivencia y
no tanto como tema del canon. Pero tópicos como la impermanencia, la fugacidad
de la vida, y el ciclo de las estaciones, establecen realmente una línea de
continuidad.
7 — Cuatro fueron
los volúmenes editados de “Poesía
manuscrita”. ¿Quiénes promovieron la realización, qué opinás sobre la
iniciativa?
LP — Las antologías las organizaron Laura Mazzini y Germán Weissi; yo
fui invitada por Germán, a quien conocía de diversos ámbitos y con quien había
compartido una residencia poética en el Viejo Hotel Ostende, junto a Jimena
Repetto y Valeria Iglesias, convocados por Pablo Correa. Me pareció interesante
que los autores expusieran poemas con su letra manuscrita, ya que nada se compara
con el trazo así escrito; pero para mí fue continuidad con mi forma de escribir
originales: siempre, siempre, escribo a mano —la computadora viene después.
8 — Tu primer
poemario aparece en 1976, ocho años después el segundo, unos diecisiete años
después el tercero, y siete años después el último. ¿Qué te fue “sucediendo”
entre uno y otro?
LP — Mi necesidad y mi práctica siempre es la escritura, la publicación
nunca me resultó urgente y cuando se dio, siempre fue por impulso de algo
externo: “Trama continua” fue
consecuencia del Premio Fondo Nacional de las Artes; “Composición” por el estímulo de Víctor Redondo, poeta y editor de
Ultimo Reino; y “Teoría…” y “Fudekara”, por la insistencia y el
aliento de Reynaldo Jiménez, poeta y editor de tsé-tsé. Se corresponden con
distintas etapas de mi vida pero no conforman lo único que escribí en esos
períodos. Comentarios o explicaciones de cada libro los dejo a los lectores. De
lo publicado, el único que respondió a una intencionalidad fue “Fudekara”, que participa del género
“diario” poético y la secuencia se dio en tiempo real. Escribo desde la
adolescencia diarios de diferente índole y como registro de determinadas
experiencias, aunque espero tener la suficiente frialdad para destruir muchos
de ellos, que me parecen anodinos, quejosos, sin valor literario.
9 — Es a alguien que está interiorizada
del Teatro Noh a quien le pregunto, ¿qué dramaturgos —de todos los tiempos— de
Japón y del resto del mundo preferís y porqué, como lectora y como espectadora?
LP — He
investigado el teatro noh, algo de kabuki y de bunraku
(teatro de marionetas), géneros desarrollados en el período clásico. Pero no me
considero una experta en teatro japonés, de hecho no conozco a dramaturgos de
otros períodos o contemporáneos. Aunque podría señalar que las obras de Zeami
Motokiyo, autor emblemático de noh, y las de Chikamatsu Monzaemon,
en bunraku
y kabuki,
son una puerta al misterio de temas, recursos e intertextualidad que pueden
abrir un horizonte nuevo para muchos lectores; de todos modos, numerosos
teatristas occidentales del siglo XX ya han reconocido sus valores y abrevaron
en esta dramaturgia. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, considero a
Shakespeare —más allá de su discutida existencia y autoría— como el punto más
alto de los autores teatrales, en obras como “Macbeth” y “Hamlet” hay
una tensión dramática y poética que me conmueve en cada relectura.
10 — ¿Qué libro te convirtió en
lectora? ¿Qué escritores te convirtieron en escritora?
LP — Leer
y escribir siempre se me presentaron como procesos paralelos. Diría que cuando
terminé de leer por primera vez “Alicia
en el país de las maravillas” (tendría ocho o nueve años) ya empecé a
“emular” el texto escribiendo un relato, aunque luego encontré mi camino en la
poesía. Si tengo que nombrar a autores que me marcaron profundamente, elijo
entre una lista extensa a Rimbaud (mucho más que Baudelaire), Proust, Kafka,
Shakespeare, Henry David Thoreau, y en nuestra lengua, a Leopoldo María Panero,
Juan L. Ortiz y Macedonio Fernández.
11 — ¿Cómo sopesás la relación entre
lo literario y lo audiovisual?
LP — En
esta pregunta encuentro dos niveles de respuesta. Por un lado, cualquier poema
impreso se manifiesta como audiovisual: leerlo atañe al oído y afecta a la
vista a través de líneas y espacios en la página, con todas las observaciones
que podamos hacer en cada caso. Pero por otro, está el uso explícito de esos
medios en la conformación de un poema, como se da en el video-poema u otras
formas contemporáneas. Me parecen válidos aunque considero que son formatos más
exigentes para dar el salto necesario, lograr una unidad, y no caer en la
ilustración o la simple relación imagen-texto. Podría ser un proyecto a futuro
incursionar en este campo.
12
— ¿Te ha sucedido que algún poeta te envíe textos de él solicitándote que le
des tu “más honesta y cruda opinión” y que cuando la recibe, no preponderando
la alabanza, se defienda alegando esto o aquello, o escuetamente saludándote
con un “gracias por su franqueza”?
LP — Pocos
poetas me han dado a leer sus originales, y si hice observaciones, fueron algo
menor, algún detalle, ya que creo que es el autor quien debe revisar, corregir,
abandonar. Y por eso mismo nunca di talleres literarios. Pero, claro, es un
punto de vista personal.
13 — Imagen, música, danza:
fanopeico, melopeico, logopeico: Ezra Pound y sus tres categorías. ¿Pareceres
sobre ellas? ¿Cómo las aplicarías respecto de tu poética?
LP — La
clasificación de Pound me parece interesante, sobre todo cuando uno quiere
analizar o comentar un poema. Pero creo que si un poema alcanza cierto grado de
logros, los tres niveles estarán integrados. Me inclino a encuadrarme con foco
en la categoría de logopeico, aunque no sé si será así para mis eventuales
lectores.
14 — ¿Suelen mezclarse tus recuerdos?
¿Sos memoriosa?
LP — Repito siempre que no tengo memoria narrativa, lo que es un
problema para dar clases —olvido fácilmente argumentos de novelas o películas,
así como la secuencia de situaciones vividas. Mi memoria es básicamente
emocional: si alguna escena o situación me impacta, entonces queda como huella,
muchas veces desencajada de su marco. Pienso en que habrá una balanza: el que
recuerda la hilación abandona el detalle o la fuerza de la imagen. Pero ser
memorioso puede ayudar a reconstruir experiencias, partes de la historia. En el
transcurso de los años tuve oportunidad de conocer a mucha gente: escritores,
poetas, artistas plásticos, y sin embargo, no podría armar un relato auténtico
de esas vivencias, lo que lamento realmente.
15 — ¿Pensás que una traducción es
también una obra de creación? Entre trabajar literalmente y tomarse la libertad
de alejarse del texto, de interpretarlo, ¿cuál te parece que debería ser la
actitud del traductor de poesía?
LP — Me inclino siempre, y valoro más, la traducción literal. Pero,
obviamente, aparecerá ante el juicio del traductor un espectro más o menos
amplio de opciones: sinónimos, la organización sintáctica…, y allí entran a
jugar aspectos fónicos, ritmos, usos del habla. Es necesario atender esos
aspectos, que si son válidos para cualquier texto, en poesía se hacen
imprescindibles. Las ediciones bilingües dan un aliento de confianza, aunque
sea por la sola presencia del texto original. El traductor es un creador, pero
en un nivel distinto a como lo es el autor, y se apodera de la fe del lector cuando
no conoce esa otra lengua.
16 — Percy Bysshe Shelley es quien,
probablemente —mi fuente no es precisa— dejó asentado: “La ética ordena los elementos que la poesía ha creado. La poesía actúa
en otra forma divina. Despierta y expande la mente para hacerla un receptáculo
de las miles de combinaciones que puede tener el pensamiento.” ¿Tu
reflexión?
LP —
No incluiría a la ética ni a lo divino en definiciones sobre arte o
poesía. ¿La lengua nombra a un objeto existente, expresa el sentido de un
pensamiento o, inversamente, se crea una realidad al ser nombrada? La
posibilidad de distinguir significado y significante es uno de los planteos más
interesantes de la lingüística del siglo XX, que roza filosofía y hasta ciertas
líneas del psicoanálisis. Me quedo con los interrogantes. Y ahora que recuerdo,
hace unos años escribí para una publicación de Costa Rica, a pedido del poeta y
teatrista Álvaro Mata Guillé, un trabajo sobre Ética y Literatura (aunque nunca
supe si el texto vio la luz).
17 — Imagino que tendrás
uno o más poemarios inéditos. Y, además, ¿prevés publicar algún volumen que
reúna tus ensayos?
LP —
Tengo mucho material inédito pero no organizado en libros o poemarios,
aunque sí hay grupos de poemas que corresponden a un ciclo o a determinada
experiencia. También tengo material que fue publicado solamente en revistas o
antologías, que quizás podría formar parte de algún libro. Respecto de los
ensayos, me han sugerido que los publique; pero son de distinto tono y
contenido porque fueron escritos para diferentes circunstancias: exposiciones
en congresos académicos y literarios, o presentaciones de libros, por ejemplo.
Por eso, creo que habría que revisarlos.
*
Liliana Ponce
selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Poema
En
recuerdo de un viaje a la ciudad de México, desde Acapulco, a través del
desierto, un día de noviembre.
1
A un paso del
precipicio los pies no sienten
la velocidad del
vehículo que corre
bajo el aire de
noviembre.
Las curvas de la
carretera se abren de par en par
envueltas en el
juego de las piedras,
en anillos de
piedras y cactus.
Que ahora entre
en la ciudad
como si la noche
hablara llamando al fantasma
y la evidencia
de cada geografía inexistente
pudiera hacerse
tan real
como el espacio
de un mantel—
la cinta atada
al cansancio,
al completo
abandono, la persistencia.
Pero éste es el
lugar
y sé que algo
quedará
en este borroso
punto de despojos,
mientras espero
la ciudad,
bajo la sombra
de Tenochtitlán,
hueso y concha
en el límite
donde podría morir.
2
¿Cuánto hace que
partí?
Tomaba té y
después los árboles
empezaron a
desaparecer
al lado de mi
ventanilla.
¿Cuánto hace que
partí?
La noche también
viajaba
de un continente
a otro,
de un país a
otro.
—Acude a lo
dócil, inclínate,
mi tiempo crea
la pasión.
El hechizo es un
muro flotante,
separará siempre
el viento, el ojo mágico,
separará tu voz,
la constelación de los rostros.
¿Cuánto hace que
partí
de la tierra
desnuda y sin memoria,
de lo húmedo en
lo alto del mar,
de la noche
túnel cavada?
3
Hace un día
casi, en auto recorría otro paisaje.
Foránea en
planicies de arenisca,
a lo largo de
rutas infinitas.
Color de
almendra el polvo,
se abre a las
serpientes miméticas, sutiles,
que no pueden
verse sin prestar atención a lo obvio.
(Es mi anhelo
entrar en el corazón de México
—ya bebí sangre
de chili,
y gota a gota el
agave
entra en mi
lengua, se sella en el aliento.)
En el nudo, mi
entrada en el secreto:
cómo el cielo
comerá al desierto,
lo disolverá en
una sola sustancia
sin la
convulsión de lo húmedo, lo árido.
La estación de
la víbora espera en esta arena,
mi sol
despojado, sol rayo
para un espacio
esculpido a fuego.
La luz en
anillos cae dorada en sus fauces
y me absorbe.
4
La distancia se
moldea con los objetos,
retrocede y
avanza—
fuego fatuo de
la Reina de senos desnudos,
en mi mano deja
ahora un cristal
tallado
cuidadosamente a la hora sexta,
mientras el
viento recorre curvas irreales.
—Sin sol no
podré despertar,
sin sol, Reina,
no podré besarte.
5
El terror del
desierto me aísla.
Quieta, yerta en
el umbral de las montañas,
un hilo de sed
se refleja en el cielo de vidrio
convertido en
lana, en soplo cálido y seco
—el silencio no
hubiera elegido entrar en el polvo
pero ahora es la
serpiente quien está en los párpados,
y florece en el
cuello en gruesos pétalos,
carnívoro
reflejo de las vísceras,
del fruto
viscoso, bulbo,
espíritu animal
envuelto en el color,
y un poco más en
luz enmarcando la meseta.
El terror me
aísla. Estoy en un espejo
y mi cuerpo
puede transformarse
antes de que la
navaja corte el rayo,
antes de que mi
ojo se desnude.
6
La ciudad se
acerca.
Voy por la
carretera como si durmiera
en un relámpago.
¿Cuánto hace que
partí?
El ardor roe la
sed, el hambre, el dolor.
Un suave polvo
impregna tu vestido y el cabello
se ha vuelto
gris —gris de liquen,
de piedra húmeda
(¿o es que acaso
debo pensar en lo húmedo
para esconder la
aridez, o desplazarla?)
Duermo en un
relámpago
y sé que olvido
la muerte
como si olvidara
un sueño rápido,
el instante en
el vértice de los signos.
Al final del
viaje
habrá que tejer
en el viento—
y sobre este
desierto
todo lo dicho
alguna vez se expande,
móvil, continuo.
(En
Revista “tsé-tsé”, Nº 3, Buenos Aires, 1996-1997)
*
Abre la puerta…
Abre
la puerta la bestia y tiembla
—cuando
vuelva
me
rodearé de helechos
y
haré del aire sangre y linfa.
La
pesada piel se habrá disuelto
al
abrir la puerta la bestia.
Me
alzo en el sueño y lo repito, sin voluntad,
como
era en la inmovilidad de la piedra.
La
ola sale del ojo, de la tierra abierta
—arrojo
lascivos susurros.
La
voz es la sombra, es el cuerpo.
Razón,
punto de luz,
cae
derrumbado el árbol de equilibrio.
(De “Teoría
de la voz y el sueño”, Ed. tsé-tsé, Buenos Aires, 2001)
*
Urbs dixit
Esperaba una
llamada cuando
en pleno Buenos
Aires fueron liberados
y desapareció
todo vestigio
—proverbial
astucia.
Brotaron los
temores
(a veces
conviene callarse).
A la misma hora
y a metros del lugar,
recolección de
basura,
máquinas
tragamonedas
y en esos
paseos, tolderías y colchones,
juegos, bancos,
cestos, bebederos,
vecinos que
venden sus propias pertenencias
y sueñan con
volver al empleo
—una emoción
social,
una emoción
ligada al propio yo.
La noche avanza
en el bar:
dos voces para
respirar otro aire.
El país de donde
había salido
ya no existía
—existe sólo en
el pasado
(está en la
mira, aguarda).
A la misma hora
y a metros del lugar,
sobre el caracol
del paso a nivel, rezaron,
y un tren
aminoró su marcha.
Soportar demoras
o no poder viajar,
o hacer una
huelga, cortar un puente.
Una fuerza fuera
de control:
con guantes y
uniformes desfilaron
en la calle
peatonal
paralela al muro
de ladrillos.
Brotaban los
temores
—la violencia es
hija de la violencia.
(Los versos de
este poema son frases extraídas sin modificaciones de artículos y noticias
sobre Buenos Aires, aparecidos en los diarios “La Nación”, “Clarín” y “Página 12” durante la semana del 21 al
27 de abril de 2003.)
(En “Mandorla”,
N° 5, Univ. de California, Estados Unidos, 2005)
*
Boomerang Naturae
Ahora que el
desierto avanza,
la sequía
avanza,
empezaste a
recordar el lugar
en que el hilo
ovillado
tiene la punta
—la sed
impetuosa confía en su fin.
En los escombros
de los terrones desgranados
lo exuberante es
un sueño de afrenta:
talada está la
selva para que crezca
necesidad de
opulencia
y los otros sean
otros
siempre tenaces
para atravesar
el destino con
sus dientes.
(En “Poesía manuscrita II”, Buenos Aires,
2009)
*
Ella dijo…
—Ella dijo: allí
la naturaleza es venerada, respetada, nos sentimos enlazados, pensamos en la
unidad con ella; así la vivimos.
Tiembla la
tierra, el mar arrasa, el poema se conforma, se teje, porque en el hambre y la
sed y la pobreza, el poema continúa.
—Ella dijo: hay
una puerta o un biombo que separa su palabra de mi boca,
la puerta está
cerrada, el biombo está abierto, desplegado, y allá su voz y aquí mi lamento,
al ver en las garras la tiza que dibuja el círculo.
La puerta está
cerrada, el biombo abierto,
y yo a bocanadas
trato de respirar,
de ver en la
pantalla lo que dejó la ola,
el caballo yendo
a galope de monstruo.
—Ella dijo que
perdió a su amigo, que dejó mensaje, que lo recuerda sin lágrimas.
Mira la luna, la
luna crece como el mundo.
Y yo digo: ¿qué
mundo,
ese de caparazón
de miel, tan nada y también dios?
(En Ed. Color Pastel, Buenos Aires, 2012)
*
Espiral
—Para considerar
el método, su cumplimiento
y el despojado
motivo que empieza.
—Para considerar
el método, la explicación
que va a llegar
al comienzo o al final
—indeseable y a
la vez liberador—
el jardín seco,
la estación del
caligrama en la arena,
la costa que
sigue y sigue,
una cinta que
envuelve y separa cada instante
como prisma que
gira
y en cada cara
un ojo-dios
que será
representación de imperio.
Ahora ese punto
donde estoy
fermenta la
semilla de un comienzo
y es rama que va
avanzando en capas
de palabras
separadas de los cuerpos
que en vértigo
esconden el sentido
—periferia al
final porque siempre se encierra y se agota,
enredaderas de
la nada en la laca del tiempo o su zumbido
desde el
principio incompleto y llama de las causas.
Buenos Aires, 2014 (inédito)
*
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en el barrio de Flores, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Liliana Ponce y Rolando Revagliatti.
*
*
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