BRUJAS PORTEÑAS
(Brujas
belgas nombre popular dado a los centenarios coches de la línea A del
Subterráneo de Bs. As.)
Si las Brujas andan bajo el asfalto el mundo cambia.
Paisajes conurbanos al Oeste,
calles de tierra, veredas arboladas,
zanjas con perfume a madreselvas,
renacuajos en pecera improvisada,
humo fragante de eucaliptos,
luciérnagas encantadas:
refugios felices de la infancia,
por un tiempo se hacen nada,
si las brujas belgas andan.
Si las Brujas Belgas andan,
es la mano más porteña
(tío Gardel, el más amado)
quien nos lleva de paseo a lo profundo,
quien nos lleva sin retorno
hacia la magia.
Si las Brujas andan bajo del asfalto, el mundo es otro.
Cospeles son pasajes al asombro;
molinetes, calesita ensortijada;
vagones de madera, carroza de princesas,
o salón dorado, o habitación de hadas.
Y entonces las calles son de asfalto y golosinas.
Florida es de risa hasta las lágrimas.
Y helados enchastrando vestiditos
van del brazo por Lavalle peatonal e iluminada.
Germinan en azules los semáforos,
y entonces... ¡ ya no alcanza la mirada!
Si callaran las Brujas su chirrido,
antiguo código en versos de la infancia,
su silencio aturdiría los sentidos,
y un misterio moriría en la nostalgia.
Si apagan sus lámparas las Brujas,
al mundo se le extingue algo diverso,
así...
como se pierde un sortilegio,
así...
como se duerme una esperanza.
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