sábado, 21 de julio de 2018

Marianela Puebla-Chile/Julio de 2018


TEMPESTAD

Dicen que sale enloquecida cubierta de harapos y revuelve las crestas del mar. Sube a las embarcaciones casi ahogadas de tanta agua y las sacude como cáscaras de nueces empujándolas hacia las fauces abiertas del océano. Dicen que la siguen fieles como bestias los truenos y encolerizados relámpagos que rompen el cristal del cielo y rugen que dan escalofríos. Siempre furiosa del hombre y su descendencia, lo amenaza y lo sumerge en la oscuridad por su demencia destructiva en contra del planeta.
Arrecia sorpresiva quebrando metáforas aun en su capullo. Derriba los nidos y sus inocentes habitantes. Deambula sobre las olas enfurecida y las derriba frente a la playa, mientras la costanera se parapeta en el deseo de que todo pase y vuelva la calma. Es ella, la tempestad que se hunde en el océano para salir de nuevo llena de energía y azotar el litoral, dejando profundas cicatrices en las desiertas playas y caletas hambrientas de peces. Es una forma de desquite, la lujuria de sentirse poderosa de producir dolor y desamparo.
Dicen que no se puede contener, es libre de vagar como una reina exhalando un profundo desconsuelo por pérdidas irremediables. Dicen que ya cansada de tanta devastación y de haber consumido en su vientre hombres y toda clase de embarcaciones se recoge sumisa a disfrutar de sus tesoros en algún rincón del océano.

Extraído del Grupo Literarte de Facebook

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