Como una obra de arte
Los
naipes nuevos resbalan, se deslizan ágiles en la mesa de roble lustrada, donde
juega Fernando, el guarda parques del ayuntamiento de Aguas-Mestas y sus dos
amigos, vecinos del pueblo. Noche calurosa de un verano que demora su partida.
De
pronto, desde adentro de la casona de piedra, escuchan movimientos de arbustos
y corridas. Los hombres dejan de jugar y se apresuran a descolgar las escopetas
y linternas.
Salen
a buscar alrededor de la casa, luego siguen detrás del huerto, entran al
granero, todo está en orden, van al establo, los animales están inquietos. Se
acercan a la casa vecina, más debajo de la colina.
Está
todo cerrado, sin iluminación y en silencio. Se alejan entre malezas y
arboledas tupidas. Saltan el murmullo incesante del arroyo estrecho y pedregoso
que atraviesa la aldea.
Por
las noches suelen bajar los osos de los montes a comer los sembrados, y se
acercan a vaciar los colmenares de algunos prados. De pronto divisan una
silueta detrás del molino blanco. Se detienen y se acuclillan a esperar detrás
de unos espinos.
Fernando
está autorizado a multar a quien no respete las leyes de prohibición terminante
de la caza mayor, en el Parque Natural de Somiedo.
Escuchan
dos disparos y luego la huida de alguien que se ve descubierto.
Luego
van subiendo despacio, agazapados, acercándose sigilosamente, hasta que
encuentran la presa. Un enorme jabalí muerto por el cazador furtivo.
Los
hombres lo levantan, lo atan de sus cuatro patas a la vara de un castaño y lo
llevan camino abajo como un trofeo. Tendrían carne exquisita para el próximo
invierno. La cabeza, embalsamada, luciría expectante en alguna pared de la
casona del guarda parque, como una obra de arte.
EXELENTE NARRACION,DE UNA REALIDAD,QUE VIVEN,LOS HOMBRES DE CAMPOS,Y MONTAÑAS,TU CUENTO,TE HACE VIVIR Y METERTE,EN EL CUENTO ME GUSTO MUCHO EXITOS,SEÑORA JOSEFINA
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