MONÓLOGO INTERNO - YO, EL OSO DEL
CIRCO
Me he sentado en el
bosque, al pie de la montaña y ya lejos de la ciudad para descansar y
reflexionar. A un promedio de cincuenta kilómetros horarios, atravesé asfalto,
semáforos y agentes de tránsito. Seguramente mis dos metros de altura y ciento
veinte kilos lanzados a velocidad los apabullaron y no atinaron a detenerme. Acabo
de escapar del circo. Soy Yugo, el oso pardo, el que hasta ayer divertía a los
chicos en dos funciones diarias, gracias a veces a los gritos de mi domador y
otras por la fuerza del látigo que él portaba. Ya estoy viejo, treinta y ocho años,
en cautividad puedo vivir casi hasta los cuarenta y siete, pero quise la
libertad aunque me muera mañana mismo. Parece una perogrullada, pero no me
puedo hacer más el oso, tengo que enfrentar la realidad de mis deseos más
íntimos. Volver a oler mi juventud, el ambiente en que nací, no importa la
soledad porque estoy acostumbrado. Antes que me cazaran estar solo era una
particularidad de mi raza y después en el circo, aunque estaba rodeado de
jaulas con diferentes especies y de seres humanos, era un solitario
empedernido, metido en mis pensamientos y en los eternos planes de encontrar
una salida.
Estoy aburrido del
encierro, soportar órdenes, respirar autoritarismo, convivir con desahuciados.
Ni siquiera provocar sonrisas nos daba alegría, porque reconozco que lo nuestro
era hipocresía…quién le vendió la idea al ser humano de que somos payasos para
divertirlos a ellos.
Ahora siento como
que respiro aire puro, no el enrarecido de estos últimos veinte años …me paro, me
siento, muevo, corro, acuesto, me vuelvo a levantar, como un fruto del árbol
cercano, grito todas las veces que me viene en gana.
Un día el sereno se
sentó cerca de mi jaula y prendió la radio. Escuché un reportaje a un viejo
humano jubilado que había tipiado, sellado y archivado papeles durante muchos
años. Y contó que de pronto encontró un libro, lo leyó, después otro y más
tarde muchos. Se dio cuenta que había entrado en otra galaxia. Pateó el
escritorio, dijo buenas tardes mucho gusto y se fue a vivir a la biblioteca, a llenarse
de vida, a rescatar lo que había perdido de a poco y sin darse cuenta.
Increíble, pero algo
similar siento yo acá en el bosque. No sé leer pero puedo observar, pensar,
soñar. Con eso me alcanza. No extraño el carromato ni los aplausos. No los
necesito. Vivienda y pan seguro y elogios desmedidos no siempre satisfacen al
alma. Ella necesita otros condimentos para sobrevivir. Estoy seguro que puedo
encontrarlos entre la espesura. Voy a buscarlos. Soy feliz y tengo tiempo de
sobra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario