CRISTALES ROTOS
‒Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los
brazos, mire vagamente la pared, olvídese del tiempo...
La mujer escuchó retumbar esas palabras en la sala vacía.
‒Allá al final del camino la estoy esperando, pero no tenga
miedo. Sujete el reloj y mueva los hilos que articulan el movimiento incansable
de la vida. En la ribera, el Hacedor mira el Universo, los tranvías corren
calle abajo, las horas se llenan de fugaces alegrías y de ellas nacen
ilusiones... El aire y su fragancia de mar, dardos que alteran los latidos,
amores infinitos...
¿Qué espera del destino?
Ate ese reloj de gatillo antiguo y déjelo respirar la
libertad, no siga sus pasos, rescate en su memoria la sabiduría de un instante,
la debilidad y la fuerza como dádivas de su ser único. Allá, en el fondo, estoy
yo y tiene que ganarme la carrera.
Pero la mujer no rompió los espejos, no dejó caer los
brazos... y el tiempo fue su tirano en esa lucha por sobrevivir.
Hoy, anciana, frente a la muerte, los segundos le robaron
su derecho a réplica.
Gracias, no había visto la publicación.
ResponderEliminarUn abrazo
Un cuento hermoso,..con momentos inesperados...Toda una creación, Ya me acostumbré...Abrazo grande querida amiga...Juan ´
ResponderEliminarÁngel Petta
Encantador. Merecida la publicación de una de tus bellas obra. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarGracias queridos amigos. Recién veo los comentarios.
ResponderEliminarUna sorpresa preciosa. Un gran abrazo para los dos.