martes, 19 de febrero de 2019

Marcelo Galliano-Argentina/Febrero de 2019


Dejé que te fueras

Dejé que te fueras, no vale extrañarte.
Era una gris tarde, muy gris… y llovía.
Tomaste el abrigo, ¡te ibas a otra parte!,
di vuelta la cara para no mirarte,
para no morirme de melancolía.
Resonó la puerta seca tras tu paso
y entró un aire triste con sabor a olvido,
y entonces ahí supe que el terrible ocaso
iba desmigando pedazo a pedazo
nuestro dulce idilio, que te había perdido.
Ya dije: te fuiste, para qué esperarte,
¡qué gris entre grises la tarde, llovía!
El abrigo en mano... (¡No supe atraparte!),
me tapé la cara para no llorarte,
para no mostrarte cuánto me dolía.

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