EN EL ZOOLÓGICO
Las sombras moldeaban su entorno. Sólo distinguía los sonidos que lo rodeaban, eran sus antenas al mundo.
Escuchó risas de unos niños y sonrió cómplice.
-Mirá, es un becerro
-No, es un guanaco
Jorge no podía verlos, su ceguera era absoluta. Se acercó a la verja que lo separaba de los animales. Sintió una mole junto a la baranda y extendió la mano, acariciando el pelaje de la bestia que se oponía a él. Como si el animal lo intuyera quedó quieto mientras el niño lo rozaba.
-Es una oveja, comentó en voz alta
Los pequeños lo miraron azorados.
-¿Cómo sabés, si no podes verlo ?
-Para eso tengo las manos y los oídos , ¿oyen ese trino? Es un zorzal que está sobre el árbol ¿ lo ven?
Así pasaron juntos la tarde. El día llegaba a su fin. Los jovencitos se alejaron cada uno acompañado pero por distintos caminos.
Nélida;
ResponderEliminarCómo no vas a tener sensibilidad para ponerle una ilustración a cada trabajo, si te sobra dulzura para escribir lo del niño ciego.
Un beso grande.
Luis Tulio Siburu
Nélida, muy bello cuento, breve pero con una gran carga afectiva. Mi cariño,
ResponderEliminarUn relato muy tierno Nelly
ResponderEliminarBesosss Jóse
Agradezco de corazón los comentarios.
ResponderEliminarLuis,me siento feliz que mis láminas sepan interpretar el sentir del escritor.
Cariños
Nélida Vschebor