No quiso ser un pájaro herido
Luis había nacido en una familia hecha de sacrificios y trabajos.
Era el séptimo hijo de José Bellaitur, agricultor e inmigrante llegado con sus ilusiones de vivir en un mundo nuevo y pródigo. La realidad fue muy distinta .La comida debía repartirse en pequeñas proporciones para cada uno de esta numerosa familia.
Laura, la mamá hacia casi milagros para vestir a sus hijos. Siempre remendando ,uniendo trozos de los viejos pantalones de su esposo,para hacer nuevas prendas a su hijos.
Ir a la escuela, era apenas aprender algunas letras y después trabajar en el campo, empujando la mancera, haciendo parvas,o todo trabajo que ayudara a José en su ruda tarea, bajo soles ardientes o fríos punzantes.
Pero Luis, tenía su pensamiento pegado a los libros. Recordaba con entusiasmo aquel que le mostrara su maestra, con muchos dibujos y letras grandes. Él , como sus hermanos sólo estuvo en la escuela cinco meses. No quería perder lo poco que conociera en el aula .Ya había creado un propósito inclaudicable : no renunciar a lo aprendido.
Su cuaderno sería la tierra, sí ese suelo de su patio y el lápiz, un trozo de delgada rama. Así deslizaba las letras aprendidas, formaba frases, oraciones y breves párrafos. Miraba el cielo buscando una inspiración y la encontraba entre las nubes que viajaban presurosas. Su entusiasmo crecía como sol en el Este. El viento borraba impiadosamente sus trazos, pero quedaban grabadas en su corazón y lo reforzaba en su pizarrón de niño .Cierto día quiso guardar lo escribía, y después releerlo. Entonces un viejo marco de madera fue el borde de su papel casi hecho barro, donde hundiría el lápiz que inventara. Allí quedaron por siempre estas palabras.
“Quiero ser libre,navegar en un mar de letras con mi velero de delgada rama”.
Su corazón saltaba como ranita en la laguna cercana. Se sentía feliz, le parecía ser viento, olas del mar, pájaro en el cielo emancipado y soberano.
Luis creció, fue a vivir y trabajar en el pueblo vecino .Cuando tenía ratos libres,llegaba a la biblioteca y hablaba con los personajes imaginarios de famosos escritores universales.
En el sótano de la biblioteca, vio muchas imágenes de pájaros heridos y junto a ellos una leyenda que decía:
“Ellos son los niños que nunca aprendieron a leer y escribir”
Este cuento, tan hermosamente redactado, desde el comienzo tocó mi emoción. Y tiene para mi un final triunfante, porque Luis se esforzó,sabiendo bien lo que quería para su vida y no fué un pájaro herido más. Muchas gracias por este regalo. Dora Acosta
ResponderEliminarQué cuento tan bello que toca profundo al corazón.
ResponderEliminarUn abrazo
Maria Cristina Fervier
Stella Marís, tu cuento al leerlo se respira el ritmo de la poesía.
ResponderEliminarAdemás y he aquí lo importante,es el dolor de tantos niños que llegan a hombres,saltando cercos o cruzando caminos llenos de piedras.Muy bello, no sólo tu estilo literario , trasciende una hermosa sensibilidad para recuperarla en estos tiempos donde se cultiva lo procaz.
Abel Espil