Cortesía inesperada
La otra noche, naturalmente impulsado por una de las habituales ganas humanas, Gregorio fue al baño con paso ligero y silbando, pero ni bien abrió la puerta y entró, de dió cuenta que algo o alguien estaba sentado sobre el inodoro. En un principio, tieso de sorpresa, no se animó a encender la luz; tampoco estiró un brazo para explorar encima del inodoro.
La otra noche, naturalmente impulsado por una de las habituales ganas humanas, Gregorio fue al baño con paso ligero y silbando, pero ni bien abrió la puerta y entró, de dió cuenta que algo o alguien estaba sentado sobre el inodoro. En un principio, tieso de sorpresa, no se animó a encender la luz; tampoco estiró un brazo para explorar encima del inodoro.
—No enciendas la luz que me da vergüenza...—dijo suavemente una voz hueca y de muchos años.
Se da cuenta Gregorio ahora qué cosa está sentada sobre el inodoro (en realidad, se da cuenta porque yo despacito se lo digo al oído); entonces retrocede dos pasos, cierra la puerta y se queda parado junto a ella, habiendo decidido dejar tranquilo a eso que vos, estimado lector, todavía no sabés qué o quién es (pero que Dios, el que cuenta la historia y Gregorio ya saben).
Gregorio retoma el silbido y aguanta sus ganas parado en el pasillo. Del otro lado de la puerta del baño, se escucha tirar la cadena.
La puerta se abre para que vos no sufras más:
—Gracias, Gregorio…—dice el fantasma.
La puerta se abre para que vos no sufras más:
—Gracias, Gregorio…—dice el fantasma.
Vivi, buenisimo y divertido. Me sorprende el final. Genial
ResponderEliminarDiego R
Hermoso como siempre mami, a seguir inspirando esa cabecita! Te amooo
ResponderEliminarJuli.
Qué bueno!!! realmente despierta ansiedad llegar al final lo mas rápido posible!! te felicito amiga!
ResponderEliminarVivi F
Que grande el fantasma de mi baño! jaja buenisimo Vivi a seguir metiendole no mas!
ResponderEliminarDiego M