MÁS VALE TORO QUE RANA/JUAN CARLOS VECCHI
Habiéndo saltado la vida de baldosa a baldosa, de maceta a maceta, de balde a pelela y como un rayo viceversa, enemigo biológico número 1 para el perro salchicha y los dos gatos, los cuales en compañía de una incierta cantidad de animalitos de Dios se vieron obligados a mudarse al techo de la casa por su agresividad sexual, atardecía el 21 de mayo de 1990 cuando se pasó de la raya: Clotilde Prosódico sale al patio con intenciones de regar plantas y plantines, flores y pines (*), y lo sorprende acometiendo con patética lujuria contra el orificio de salida de la indefensa manguera de jardín.
--No te imaginás la cara de depravado que ponía el muy ladino –le comenta la mujer gorda a su esposo no tanto, durante la cena-- ¿Vas a comerte esa pata de pollo, Romualdo?
Romualdo no le contesta, tampoco podría hacerlo porque nunca la escucha. Lo que sí escucha el hombre adentro de su cabeza son dos voces que hablan entre ellas, como si él no existiese, como si las voces tuviesen también orejas;
Romualdo escucha que una le pregunta a la otra: ¿por qué una rana- toro macho vive en el jardín de la casa? ¿De dónde vino? La otra le pregunta a una: ¿de dónde cerveza, ron y vodka?
Con un chasquido de dos dedos y un gesto de profundo dolor, Romualdo cierra el estante activo de la memoria, sección “Clotilde y Realidad superan toda ficción”, mientras la mano derecha dirige con notable urgencia el último trozo de baguette a la boca – antes que ella lo vea y arrebate, cachetada mediante -, pero Clotilde está en otra: le cuenta cierta intimidad de la vecina a la pata de pollo, también la muerde con voraz elocuencia, a razón de un mordisco cada nueve palabras.
Mientras tanto, matiza la escena de la cena la radio, en amplitud modulada, con la transmición de un programa local sobre bochas lisas y rayadas, sobre el tiempo de mañana y pasado mañana.
Habiéndo saltado la vida de baldosa a baldosa, de maceta a maceta, de balde a pelela y como un rayo viceversa, enemigo biológico número 1 para el perro salchicha y los dos gatos, los cuales en compañía de una incierta cantidad de animalitos de Dios se vieron obligados a mudarse al techo de la casa por su agresividad sexual, atardecía el 21 de mayo de 1990 cuando se pasó de la raya: Clotilde Prosódico sale al patio con intenciones de regar plantas y plantines, flores y pines (*), y lo sorprende acometiendo con patética lujuria contra el orificio de salida de la indefensa manguera de jardín.
--No te imaginás la cara de depravado que ponía el muy ladino –le comenta la mujer gorda a su esposo no tanto, durante la cena-- ¿Vas a comerte esa pata de pollo, Romualdo?
Romualdo no le contesta, tampoco podría hacerlo porque nunca la escucha. Lo que sí escucha el hombre adentro de su cabeza son dos voces que hablan entre ellas, como si él no existiese, como si las voces tuviesen también orejas;
Romualdo escucha que una le pregunta a la otra: ¿por qué una rana- toro macho vive en el jardín de la casa? ¿De dónde vino? La otra le pregunta a una: ¿de dónde cerveza, ron y vodka?
Con un chasquido de dos dedos y un gesto de profundo dolor, Romualdo cierra el estante activo de la memoria, sección “Clotilde y Realidad superan toda ficción”, mientras la mano derecha dirige con notable urgencia el último trozo de baguette a la boca – antes que ella lo vea y arrebate, cachetada mediante -, pero Clotilde está en otra: le cuenta cierta intimidad de la vecina a la pata de pollo, también la muerde con voraz elocuencia, a razón de un mordisco cada nueve palabras.
Mientras tanto, matiza la escena de la cena la radio, en amplitud modulada, con la transmición de un programa local sobre bochas lisas y rayadas, sobre el tiempo de mañana y pasado mañana.
Afuera y sobre el techo de la casa, el miedo acecha con sus ojos saltones.
(*) Pines: son pinos pequeños, pero incluso los ejemplares adultos riman, por ejemplo, con trinos, rosarinos, Ceferinos y Celestinos, mininos y andinos.
(*) Pines: son pinos pequeños, pero incluso los ejemplares adultos riman, por ejemplo, con trinos, rosarinos, Ceferinos y Celestinos, mininos y andinos.
Juan Carlos: muy bueno !!!, originalísimo. Te abraza,
ResponderEliminarMuy bueno!!!!!! mas allá de la rana, un ejemplo típico de un matrimonio típico.
ResponderEliminarGracias di cuore, queridas Laura y Susana, enfelizado quedo por sus generosos comentares.
ResponderEliminarUn abrazo a compartir con querida Graciela a quien agradezco este publicarme.