CLAVELES VIOLETAS Y BLANCOS
Buscó aire desesperadamente.
Como aquella que por su insomnio ,
espera ansiosa la llegada del día.
Volvió a buscar aire,
no lo encontraba.
Solo encontró el alba
colado entre las cortinas,
como un abanico de luces
anunciando la mañana.
Con un estertor se levantó bruscamente.
Cayeron sobre su pálido rostro
y sus blancas canas,
las sondas que a la vida la amarraban.
Como un pulpo de brazos incoloros,
el color de la muerte la abrazaba.
Cayó hacia atrás y la almohada,
humedecida por sus últimas lágrimas,
la recibió ya sin aire,
la soportó ya sin vida,
la percibió ya sin alma.
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Algo me despertó.Apreté el botón del reloj,
haciendo que las agujas se iluminen.
Eran las cinco y veinte ,
el mismo instante de aquél día.
Treinta y siete años han pasado,
de aquellas horas de angustia,
de aquel minuto de agonía,
de aquel segundo de despedida.
Hoy compraré claveles violetas y blancos
y se los llevaré a mi madre.
Disfrutaremos los dos en compañía.
Una poesía llena de sentimiento, relatando poéticamente los últimos momentos del paso
ResponderEliminaral más allá de la madre y el dolor sin consuelo del hijo.
Marta Susana Díaz
"Treinta y siete años", no cabe en la herida de la pérdida de quien nos dio la existencia y el empujón para decirnos que éramos alguien y que debíamos siempre seguir luchando. Bello...
ResponderEliminarLuis; hay momentos en la historia personal, que la suma de los años no pueden caber en la memoria. Donde la distancia deja de ser tal; donde los ayeres se confunden con el hoy dolorido, tan dolorido como el ayer que le da sostén, te saluda,
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