Amaneceres
Amanecer I
Alejo está a punto de tocar
el saxo. El instrumento quiere sentir otra vez el roce de sus dedos y de sus
labios. Entre ambos se diseña un juego de musas disparadas.
Son las seis de la tarde, en un
rato llegará Milena, hoy no irá a la facultad. La habitación está un poco
desordenada, por lo que él prefiere dejar el paisaje de la música para más
tarde. Los sillones gastados esperan su turno, serán enfrentados, como las
otras veces. El velador de pie largo que está en el rincón de nuevo no
funciona, siempre alguien se olvida de cambiar la lamparita. Hoy no entregará
su luz y sentirá vergüenza otra vez.
Suena el timbre
acompasado de emociones y vibraciones insospechadas.
Milena sube la escalera
corriendo y abraza a su amigo, quien la espera al lado del pequeño escritorio,
el que alguna vez le regaló su abuelo. La chica saca de su mochila una gaseosa
y la pone en la vieja heladera de la cocina.
Ambos toman un cuaderno
para anotar sus proyectos y compromisos.
Falta Martín para
completar la reunión, esa “convención” de músicos que en unos días tocará en el
teatro del barrio.
A las siete el grupo
“Corcheas buscadas” ya está armando notas, escupiendo letras y saboreando
colores con olor a sonidos.
Las paredes sienten el
temblor de soles, de re, de fa, de notas agazapadas que las caminan con
fragancia a dulzura. El piano, el saxo y la percusión arman una ronda alrededor
del salón. Los tres instrumentos como bípedos desorientados, llegan a un mundo
de fantasía. Los colores vuelven a mezclarse con sonidos dispares, el amarillo
con los “re”, el azul con los “fa”, el rojo con el “sol” que se escapó hace un
rato por la ventana de atrás.
El concierto es perfecto.
Ríen los tres.
Suenan los tres.
Los jóvenes y su diosa de la
música llegan a la intimidad cuando ejecutan la sinfonía final. El ensayo
continúa. Se olvidan de la escasa luz, de la bebida congelada, del cuaderno sin
rayas.
El humo del cigarrillo los
inunda y los aprieta, los huele y los mama. Las musas danzantes atraviesan los
ladrillos desnudos recorriendo las casas del vecindario.
A la medianoche ellos deciden
descansar. Las corcheas caen al piso como desde un precipicio y los colores con
los sonidos vuelan en medio de un aire relajado y tenue.
Mientras los instrumentos
empiezan a dormirse, Milena, Alejo y Martín se desparraman en los sillones.
Amanece…
Extraído del libro
"Amaneceres".
Autora
Graciela Amalfi.
Graciela: muy lindo. Una vez más la música y las letras de unen para destacarse. Un saludo de Laura Beatriz Chiesa.
ResponderEliminarGracias por tu lectura, Laura.
ResponderEliminarUn abrazo,
Graciela.