lunes, 19 de marzo de 2012

Graciela (Boticaria) Amalfi-Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2012


Amaneceres



Amanecer I


  
        Alejo está a punto de tocar el saxo. El instrumento quiere sentir otra vez el roce de sus dedos y de sus labios. Entre ambos se diseña un juego de musas disparadas.
    Son las seis de la tarde, en un rato llegará Milena, hoy no irá a la facultad. La habitación está un poco desordenada, por lo que él prefiere dejar el paisaje de la música para más tarde. Los sillones gastados esperan su turno, serán enfrentados, como las otras veces. El velador de pie largo que está en el rincón de nuevo no funciona, siempre alguien se olvida de cambiar la lamparita. Hoy no entregará su luz y sentirá  vergüenza otra vez.
     Suena el timbre acompasado de emociones y vibraciones insospechadas.
     Milena sube la escalera corriendo y abraza a su amigo, quien la espera al lado del pequeño escritorio, el que alguna vez le regaló su abuelo. La chica saca de su mochila una gaseosa y la pone en la vieja heladera de la cocina.
     Ambos toman un cuaderno para anotar sus proyectos y compromisos.
     Falta Martín para completar la reunión, esa “convención” de músicos que en unos días tocará en el teatro del barrio.
     A las siete el grupo “Corcheas buscadas” ya está armando notas, escupiendo letras y saboreando colores con olor a sonidos.
     Las paredes sienten el temblor de soles, de re, de fa, de notas agazapadas que las caminan con fragancia a dulzura. El piano, el saxo y la percusión arman una ronda alrededor del salón. Los tres instrumentos como bípedos desorientados, llegan a un mundo de fantasía. Los colores vuelven a mezclarse con sonidos dispares, el amarillo con los “re”, el azul con los “fa”, el rojo con el “sol” que se escapó hace un rato por la ventana de atrás.
    El concierto es perfecto.
    Ríen los tres.
    Suenan los tres.
    Los jóvenes y su diosa de la música llegan a la intimidad cuando ejecutan la sinfonía final. El ensayo continúa. Se olvidan de la escasa luz, de la bebida congelada, del cuaderno sin rayas.
    El humo del cigarrillo los inunda y los aprieta, los huele y los mama. Las musas danzantes atraviesan los ladrillos desnudos recorriendo las casas del vecindario.
    A la medianoche ellos deciden descansar. Las corcheas caen al piso como desde un precipicio y los colores con los sonidos vuelan en medio de un aire relajado y tenue.
    Mientras los instrumentos empiezan a dormirse, Milena, Alejo y Martín se desparraman en los sillones.
    Amanece…

Extraído del libro "Amaneceres".
Autora Graciela Amalfi. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Graciela: muy lindo. Una vez más la música y las letras de unen para destacarse. Un saludo de Laura Beatriz Chiesa.

Graciela Amalfi dijo...

Gracias por tu lectura, Laura.
Un abrazo,
Graciela.