miércoles, 23 de mayo de 2012

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2012


EPITAFIO

Se pintó la risa. Labios grandes y bien rojos.
Rodeando los labios pasó pintura blanca  con forma de alegría.
Tapó sus cabellos con una tela de goma  para lograr el aspecto de una pronunciada calvicie.
Acomodó unos mechones de pelo enrulado  rojo arriba de las orejas y luego de vestirse como si fuera un payaso de verdad, se puso la nariz redonda y roja como una cereza madura.
Sus pantalones abullonados a rayas multicolores, los enormes zapatones y el saco rojo en forma de jacket, completaron la figura. El era el payaso bruto de las carcajadas.
Salió del carromato y junto con Pajarín (el payaso tímido y llorón) entraron a la carpa  atestada de  gente.
Siempre que llegaban ellos los aplausos y los gritos de los niños festejaban la irrupción.
Entre risotadas y golpes comenzaban a actuar.
Epitafio pegaba con sus enormes guantes verdes  y reía a carcajadas estruendosas.
Pajarín era menudo y  recibía las bofetadas.
Tarde tras tarde, noche tras noche, siempre igual…
-          ¿Cómo te fue en la escuela, Pajarín? – preguntaba Epitafio a los gritos.
-          Mal – contestaba Pajarín tímidamente.
-          ¿Y porqué te fue mal?
-          Porque me olvidé de ir.
Y sonaba una bofetada en la cara de Pajarín y una risa estruendosa salía de la enorme boca de Epitafio que contrastaba con el llanto del otro.
            -   ¿Cuánto es uno más uno Pajarín?
            -    Uno.
            -    ¿Cómo uno?
            -  Y… si.  Uno te lo comiste…
Y sonaba un bofetón en la cara del payaso tímido que lloraba sin consuelo.
Cenaban todas las noches al terminar la función contándose sus vidas, que no eran muy alegres ciertamente. Y así, poco a poco se fueron haciendo amigos entrañables.
Muchos años compartiendo las funciones del circo…
Hasta que una mañana llegó la noticia: Pajarín no había despertado.
Contrataron otro payaso para suplantar al ausente.
Epitafio pidió hacer el rol de Pajarín.
Nunca más podría largar una risotada.

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