miércoles, 23 de mayo de 2012

Pedro Pablo Pérez Santiesteban-Cubano, reside en Miami, Florida, EEUU/Mayo de 2012




En una tarde de anunciado invierno
Del poemario inédito «Andares»


En esta tarde de sol, donde han anunciado un frío que yo espero y que no llega, me incomoda tu ausencia. Me molesta tu promesa de encontrarnos y sin embargo no estás. Levantaste vuelo desde hace muchos días. Noches e insomnios se amontonan junto a mi ventana, por donde miro esperando tu llegada… pero sigue tu ausencia como acto de presencia.
Me incomodo conmigo mismo, me siento tan débil ante ti, que me es-panta el silencio que me cubre. Es por eso que voy de la cama al sillón, encendiendo cuanto aparato me rodea. Necesito escuchar voces, ruidos, pasos y trotes. Pero mis oídos han quedado sordos al mundo exterior donde tú no estés… Todo es tu culpa y yo sigo defendiéndote en el púlpito de los domingos, donde muchos piden las explicaciones.
Y es que acá, en mi tierra, aun cuando no llueve se moja, porque es una tierra cansada; tan cansada como la tuya.
La tierra se va cansando, la rosa no huele a rosa. La tierra se va cansando de entibiar semillas rotas, y el cansando de la tierra sube en la flor que deshoja el viento… Y allí, en el viento se queda…
Como me quedo yo también, cuando dejo que mis ojos recorran el horizonte, esperando encontrarse con los tuyos, pero tu escondite es sagrado, va más allá de profanar las tumbas y la ermita donde reza el sagrado corazón. Intento escribir y desde tu huida es imposible juntar las palabras y las frases, que antes me regalabas a borbotones.
Ahora de espalda a la noche espero ansioso un rayo de luz que destroce el cristal de la ventana, que haga añicos la inquietud que me revuelve en esta oscuridad sin ti.
[…] Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro: Noche la de tu amor…     ¡Y sin auroras…!
Pero es que tampoco tengo el alba que antes amparaba la ilusión de nuestro encuentro, cuando llegabas a hurtadillas para no molestar ―decías―, a los otros guardianes que merodeaban su turno. Pero también ellos se fueron, motivados por ti estoy seguro… porque mi voz quedó en el eco, perforando la distancia del olvido y ahora no sé dónde me encuentro, ni qué soy… ni qué seré.
Si yo no hubiera sido… ¿qué sería en mi lugar? ¿Más lirios o más rosas? O chorros de agua o gris de serranía o pedazos de niebla o mudas rocas.
No lo sé, ni quiero saber nada mientras no aparezca de nuevo tu rostro usurpando el mío en el espejo, como hacías antes, cuando llegaba fresca la mañana y el olor a lirios perfumaba mis dedos prestos a tomar tu dictado. Parecía un niño que feliz inauguraba su juguete de Reyes… ¿Cómo pudiste?
El mundo me fue ancho o me fue estrecho. La palabra no se me oyó      o no la dije. Ahora voy caminando hacia el polvo, hacia el fin, por una recta que es ciertamente la distancia más corta entre dos puntos negros.
¿Y qué se supone que haga entonces?... ¡Ah ya sé!, me echaré a la mar para que las olas jueguen a ahogarme y ellas ganen la partida y mi cuerpo flote y en resaca llegue hasta lejanas orillas, donde un día tú y yo vimos el sol por vez primera. No me importa que blasfemen contra ti por haberme abandonado. ¡Lo mereces!
Tú eres un espejismo en mi vía. Tú eres una mentira de agua y sombra en el desierto. Te miran mis ojos y no creen en ti.
¡Ya qué me importa!... Ahora soy yo el espectro que divaga nauseabundo buscando el refugio de tu aurora, llevando mis olores hasta la peste, donde reza mi materia destrozada. Ahora quizás estemos en igualdad de condiciones, en un tú a tú que nos revive el aliento…
No fue nunca. Lo pensaste quizás porque la luna roja bañó el cielo de sangre o por la mariposa clavada en el muestrario de cristal.
Sí, sí fue. Tu encuentro y el mío fueron reales, tan reales como que un día llegará mi muerte, y mi verso surgió porque el tuyo ya existía, ya llenaba mi cabeza de imágenes, haciéndome soñar con mil amores, diciéndome al oído secretos de poetas. Sembrando en mi tierra infértil semilla de ilusiones. No importa que hoy rece tu ausencia cuando más te necesite, pero sabes que vives en mí y revuelves mis ansias en las letras del poema no escrito… tu voz me llega en madrugada fresca como el río que atraviesa viejos mares, convirtiendo la sal en el dulce que por nombre llevas.
Como ya sabes no puedo olvidarte, y menos dejar de amarte. Aunque en tiempos diferentes y distantes, mi poesía es tuya y la tuya me la quedo, desde el momento en que mis manos se sintieron atrapadas por la tuyas, y tu voz en sueños me recitó estos versos:
Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta! Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras!


Homenaje a Dulce María Loynaz


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