martes, 1 de enero de 2013

Cecilia Ortiz-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012






De piedra
  

    Estamos hechos de piedra, sin memoria ni lágrimas
    nos cubre la nieve, cómplice del aire.
    Nada perturba la arena fría del alma.
    El agua crece y el mar oscuro devora la esperanza.
    Los ojos grandes, los pies chiquitos.
    La fiebre que interroga a la plegaria
    No hay raíces aferradas y crece la pesadilla del agua.
    El mañana es la versión celeste de las sombras.
    La cosecha era una hermosa palabra.
    Un hombre se diluye en la canoa por un camino de sol.
    -rubias estrías sobre la lluvia estancada-
    Las casas levantan los techos con sus manos ajadas
    pasa el río corriendo desbocado.
    No hay ojos ni manos que contengan la rabia.
    Somos una raza de piedra que llora lágrimas de cuarzo.

    En la noche el agua crece, no sirven las ligaduras del llanto.
    -Sirve eso que todavía nos falta-
    Una raza de piedra se hundirá callada.
    Conozco el epitafio.
    El arca va y viene meciéndose en el polvo
    el ave abrirá sus alas sobre el faro
    las manos dibujadas, el enigma a descifrar.
    La historia nombrará un pueblo caído desde el cielo.
    Raza de piedra. Llanto de cuarzo.
    Angustia arcana. Tristeza.
    Una gran tristeza.
    El agua apagará siempre el fuego
    el mar borrará los castillos en la playa
    mañana otra arena, otras chispas
    distintas voces, una nueva raza.


Del libro: En la geografía de mis manos



                

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