martes, 1 de enero de 2013

Nina Pedrini-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012

Con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón

CARTA DE PENÉLOPE


Magdala, 26 de agosto……….
                                                  Mi amor:
                                                                 te extraño, hace mucho que no llegás al pueblo, igual te sigo amando, como la chica de la fotonovela que espera y espera  que  regrese su galán. Pero nuestro amor no es así. La última vez que viniste prometiste volver como hacías siempre. Algo raro está pasando, ya van varios días que llego a la estación a esperar que el tren se detenga, bajes de él con una sonrisa, me abraces, me beses, me digas palabras hermosas y caminemos tomados de las manos. Hoy, después que pasó la hora en que tenía que llegar el tren, fui a la oficina del jefe, Don Ramiro, a preguntarle por qué no llegaba si siempre ha sido puntual. Pero la puerta estaba cerrada, lo mismo que las boleterías. No había ni jefe ni boleteros. Igual me senté en el único banco, esperé, esperé mucho tiempo hasta que se hizo de noche.
Mi mamá me vino a buscar, me retó, como siempre, y me dijo que ya no habría  tren, que lo vendieron y que los nuevos dueños decidieron que no circulara más. Ella no quiere que te ame, el panadero, que un día llegó a casa y allí se quedó, dice que yo vivo en otro mundo y que no me doy cuenta de lo que pasa. Creo que no sabe que te sigo amando, que te espero y que uno de estos días vas a volver. Entonces, iremos a buscar al bebé para que nos vayamos los tres de este pueblo feo. Ya te conté que mi mamá se lo dio a una familia de la ciudad para que lo cuidara hasta que yo me repusiera del parto. Además, tenemos que bautizarlo, pero no aquí, lo haremos en otro pueblo. El padre Román, que cada día está más viejo, más feo y más gruñón, no me deja entrar a la parroquia. Las mujeres santulonas, viejas, feas y chismosas, mueven las cabezas de arriba abajo mientras dicen:- tiene razón, padre-. ¿Qué saben ellas y el cura? Seguro que nunca vivieron momentos hermosos como los que disfrutamos nosotros.
¿Te acordás del baile de primavera en el Club Social? Estabas tan elegante! Y yo me sentía una princesa con el vestido de organza rosado. Esa noche bailamos mirándonos a los ojos, apretaditos. Fuimos eternamente felices cuando nos apartamos del salón y entre los arbustos de las coronas de novias, unimos nuestros cuerpos y almas.
Ayer me encontré con Fidel, el comisionista, me dijo que como el tren no pasa más, mucha gente se quedó sin trabajo y se fue del pueblo. Él sigue haciendo el suyo, pero ahora viaja en ómnibus. Mañana voy a esperarte en la estación de servicios de Sánchez que es en donde paran los ómnibus. Seguro que te veré bajar sonriendo, me abrazarás, me besarás, caminaremos tomados de las manos e iremos a buscar al bebé. Por las noches, sueño con él, escucho su llanto. Tenés que apurarte, nos necesita, yo te necesito. Sos el único que me ha dicho que me amás, que soy única, que jamás te apartarás de mí.
¡Volvé, mi amor! Te espero. Tuya

Penélope




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