EL PICAPEDRERO
Ellas claman ser hijas de cerros que fueron devastados y despojados de sus cortezas para dejarse ver; son nidos ausentes de cóndores ausentes que, aún así, desde la altura ancestral de los cielos dejan escuchar sus silbidos, y a veces nos sugieren alguna pluma que acusa desde su lugar en lejanía; también son arcillas sedimentadas - y multicolores- dejándose ver, pero están cansadas de tantos viajes geológicos de la Madre tierra”. Esos que estuvieron allí dicen que es la boca de un volcán aparente que se muestra al desnudo y nos pregunta “¿Con qué repararán este vacío?”.
En este paisaje trastocado de lajas y cerámicos que muestran un resplandor muchas veces distante, Don Pedro sabe que su misión es el pan que lleva a la mesa y allí se come. Un oficio que Pedro descubre y embellece en cada golpe de masa y cortafierro. Es la vida de un picapedrero que nos relata un camino de firmezas, las cuales tendremos que descubrir como tales; también habrá que transitar los pasos con nuestras propias huellas para que esta historia siga viva y todos nosotros tengamos nuestro regocijo de memoria y camino labrado.
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