miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Septiembre de 2013

POR LA PLAYA LARGA

            Los negocios poco a poco comienzan a tomar animación. Aunque no sea la temporada de verano, siempre llega algún turista que desea conocer Cartagena. Algunos averiguando por lugares donde encontrar alojamiento con pensión a precio razonable. Otros llegan tras la leyenda. El cementerio que aloja al poeta Vicente Huidobro, la iglesia incendiada donde aparece el cura decapitado o, las rompientes furiosas de la costanera y sus extensas playas desiertas.
             Dar un paseo por la playa fue la primera intensión de Camila. Sin prisa camina junto al rumor de ese oleaje que castiga la orilla y luego se desliza suavemente por la lustrosa arena.
 -Un día de invierno en La Playa Larga de Cartagena, es ideal para pasear ideas, definir proyectos, y estudiar decisiones- Lo escuchó decir en unas vacaciones en que fue invitada por una amiga, y coincidieron en una tertulia, antes de retirarse a dormir en un simpático hotelito donde alojaron. Está consciente que debe resolver algo que definirá su futuro. Nada mejor que la quietud de aquella extensión, donde la vista se pierde entre la arena y los roqueríos costeros.
            En este momento la playa no está invadida por los bulliciosos turistas santiaguinos que durante toda la temporada veraniega se apropian del sector; construyendo una verdadera población multicolor, compuesta de carpas de todos los estilos y ventilando sus pobrezas en unas merecidas vacaciones familiares. Una calle dimidia la playa con el sector residencial y de casas particulares, que abren postigos y ventanas con la llegada del buen tiempo. Sin embargo, como guiado por un pase mágico, esta efervescencia vacacional termina justo el primer día de Marzo. Todo desaparece: niños, adultos y carpas, quedando solamente los desechos que no pudieron partir con sus dueños. E igualmente las viviendas inician su largo sueño invernal acallando el ajetreo diario. En la capital, el año escolar ha comenzado.
            Es el mes de Julio y sin pensarlo tomó un bus para encontrarse en esta soledad que le ayudará a pensar con tranquilidad. Toda su vida la ha elaborado en razón de dar cada paso en forma segura. No se permite equivocaciones. Está cierta o al menos lo cree, que Dios ha dispuesto su pasar convirtiéndola en una mujer solitaria, desde el momento en que la entregaron en un asilo, casi recién nacida. Que si su madre, su padre o sus abuelas no tuvieron interés por ella, eso ya ha quedado en el pasado. Aunque, es una espina que a veces la mortifica, preguntándose ¿Y por qué a mí? Ahora siente ese reclamo que acude a su mente cuando los recuerdos tristes se hacen presentes-…Mi vida siempre ha estado llena de preguntas sin respuestas, desde el día en que mi madre me dejó en ese asilo de religiosas. No sé si agradecérselo u odiarla por ello. Fue un pasar solitario. De oraciones al despertar, al comer, al beber, al dormir, a todo; a ese Dios en el que creo,  pero del que me cuesta percibir su presencia. Tanto que llegué a sentirme tan vacía como aquella muñeca a la que rompí su cabeza tratando de descubrir lo que tenía adentro. No obstante estos inconvenientes, seguí creciendo y adaptándome a la vida conventual. Otras niñas me mostraban fotos de sus padres. Yo era nadie… hasta el rostro de mi madre, aquel que yo me había fabricado, estaba desdibujado y el de mi padre no existía. Creo que ni ella misma supo de quién era su hija. A lo mejor fui fruto de un pasar disipado o una violación no aclarada. No lo sé. Para el caso, ¡qué importa!, ahora sé que existo. ¡Qué largos me parecieron aquellos años! E increíblemente cortos, cuando debí ir a un instituto a seguir cursos de costura. Allí me convertí en otra persona. Mi entorno me reconocía y me llamaban por mi nombre, Camila del Rosario. Ya adulta supe que me lo puso la superiora, aunque ¡detesto rezar el rosario! No le encuentro ningún sentido repetir cincuenta veces las mismas oraciones.
            Un bus se aproxima por el camino costero. A la distancia el ruido del motor parece el zumbido de un moscardón que distrae brevemente a la joven.
            Han pasado cuatro años y el trabajo que me buscaron las hermanas de la comunidad, me agrada bastante. Estoy empleada como costurera en casa de una familia importante que tiene una casa de veraneo aquí, justamente detrás de esos roqueríos. Ahora debo dejar la casa a punto. Ellos han dispuesto pasar las vacaciones de invierno en compañía de unas visitas que quieren conocer el lugar…
            Las olas en un reventar continuo, a veces violento y otras suave, le insinúan un rumor grato que serenan su mente. Antes de llegar, sentí la imperiosa necesidad de dar este paseo para disipar la angustia que me acosa. -¡Me ha pedido que me case con él!...Sé que es un hombre joven y trabajador, nada mal parecido…es conversador, a veces llega a marearme con sus historias, tanto que cuando nos vemos, yo solamente escucho…Supe de él, apenas llegar a trabajar a casa de mis patrones, él es empleado desde hace mucho…Más bien, desde pequeño estuvo cerca de esta familia… El otro día, luego de muchos rodeos me dijo que yo le gustaba, que estaba  enamorado de mí…Era la primera vez que un hombre me decía esas cosas…No sé de cuántos colores, se puso mi cara… y no supe qué decir. Traté de escabullirme, diciendo que tenía trabajo pendiente… Una de las compañeras de trabajo, Honoria, la cocinera, me contó que tenía una novia en Santiago… Hasta me dijo su nombre, Petronila…Y debe ser cierto, porque aunque Honoria cuenta todo lo que sabe y nada calla…sobre todo de amores ajenos…a mi parece tenerme afecto. Recuerdo que la Hermana Remedios siempre me castigaba cuando me escuchaba decir algo inconveniente, y aunque el castigo no era tan doloroso, nunca se me olvidó. ! Falta que le hizo la Hermana Remedios a Honoria!  Pero es mi amiga...
            La brisa fría la hace arrebujarse dentro de su abrigo de paño grueso, con cuello de piel. Su andar va dejando una huella en la arena húmeda que los rayos de un sol tímido aún no han podido secar.
            Si me casara con él, por fin sabría lo que es tener una familia, un hogar… ¿Y su madre? ¿Me aceptaría si me caso con su hijo?...Eso me da mucho temor. De su padre no me ha contado nada…Pero sí, de su abuela que lo crió desde pequeño… también de sus tíos…y mucho de su madre…! Nunca deja de hablar de ella!…Tengo un poco de miedo…Todavía no la conozco…¡En cuanto a él!...¡Me pone nerviosa!… Es simpático, y hasta me parece buen mozo. Sus ojos los veo hasta en sueños…cuando me mira y me conversa…entonces siento ese  calor que me cubre la cara y luego baja y sube…como si fuera un incendio…Evito encontrarme con él…me voy con cualquier excusa…No puedo decir que estoy enamorada, si lo estuviera, buscaría motivos para estar con él...! Pero no sé!... Algo me ocurre y no acierto a definirlo, aunque estoy pisando los veintitrés y a esta edad muchas mujeres ya están casadas y con hijos…Sin embargo, cuando lo diviso, me pongo nerviosa y temo el encuentro…! No lo sé!…tengo que meditarlo mucho…él dice que si yo lo acepto se casaría altiro.
            Se detiene a sacar la arena que se ha introducido en sus zapatos y aprovecha de mirar su reloj que tiene en la pulsera.
             Nunca me había pasado... Señor mío…Su risa contagiosa ocupa mis pensamientos y no puedo evitarlo…! Por primera vez le importo a un hombre!…Hasta podría tener varios hijos…Claro… ¡Esa idea, sí me gusta!...!Por supuesto que me gusta!
             La joven ha recorrido bastante, casi ha llegado a San Sebastián. De pronto toma conciencia que debe regresar. Para hacerlo más breve, decide caminar por la avenida que bordea el litoral. Retoma sus pensamientos:-Sí, ¡claro que sí! La posibilidad de tener uno o varios hijos es una idea que me convencería. Poseer algo totalmente mío, formar una familia… y si logro conservar el cariño del hombre, tanto mejor. Creo que siento mucho de afecto por él y a lo mejor lo amo sin darme cuenta.…! Sí ! no debo pensarlo más. ¡Estoy decidida! Me casaré apenas me lo proponga de nuevo.  R. ASCENSIÓN REYES-ELGUETA. 31-AGOSTO-2011.
           

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