miércoles, 20 de noviembre de 2013

Ascensión Reyes Elgueta (Cuento)-Chile/Noviembre de 2013

SER LIBRE

            La enferma estaba en sus últimos momentos, un cáncer agresivo la había destruido, su rostro ceroso reflejaba que ya no sentía dolores y su cerebro agotaba las últimas energías para decir aquello que la agobió durante toda su larga enfermedad. Se la advertía inquieta.
            Intuyendo que le haría bien recurrir a la fe, la enfermera fue corriendo a buscar al capellán que atendía el hospital. En ese momento sabía dónde encontrarlo. Y así fue, estaba en la sala de maternidad dando la bienvenida a los nuevos habitantes del planeta Tierra, nacidos la noche anterior.
            -Padre, la señora Narcisa está falleciendo, pero aún no está en coma, parece que necesita de su presencia. Se ve muy inquieta.
            -Bien, ahí estaré tan pronto me desocupe, estoy terminando.
            Y así fue que el sacerdote pronto llegó a la sala de la moribunda, quien se advertía muy alterada por algo que deseaba decir. Siseaba constantemente abriendo con dificultad sus ojos con una mirada extraviada.
            El religioso acercó su oído al rostro de la mujer, con el fin de escuchar mejor. – ¿Dígame hija, qué quiere confesar o confiarme?
            La mujer abrió sus ojos casi entelados y los fijo en su rostro y luego en el vacío. Sin embargo daba la impresión que su mente aún pensaba.
            -Hija, aclárame más tu pregunta, porque no te entiendo.
            -¡Eso padre! !Quiero ser libre!, libre para siempre y no sometida, como he vivido durante toda mi vida. Dejó de hablar, cerró nuevamente los ojos al borde de su resistencia.
            -Para responderte me tienes que contar, ¿por qué tienes esa idea?
            -Padre, nací por accidente. Mi madre me entregó a mi abuela paterna…-Se quedó un instante en silencio y luego prosiguió:- Padre, dígame. Sé que voy a morir pronto, pero ¿quiero saber si muriendo al fin seré libre? Mi abuela nunca me quiso solamente me crió por obligación... Mi padre formó familia con hijos y se marchó lejos... A los quince años debí entrar a trabajar como operaria en una fábrica de confecciones, para ayudar a mi abuela que ya era una anciana...Cuando ella murió, conocí a un hombre de quien me enamoré y creyendo escapar de la tiranía del trabajo, me comprometí para formar un hogar propio... Pero en ese hogar sólo cambié de tirano, ahora era mi esposo, para quien fui desde su sirvienta, hasta la madre de los dos hijos que concebimos...Pasaron bastantes años. Él enfermó, y debí cuidarlo hasta que falleció... Nuevamente cambié de amos ahora lo eran mis hijos a quienes debí educar, atender y mantener... y finalmente a mis nietos a quienes dejaré a medio camino.
            Un largo suspiro cortó el relato. Mientras el padre oraba en silencio, pensando que ya no tendría fuerzas para más confesión. Pero nuevamente la moribunda cobró energías.
            -Morir de cincuenta y cuatro años es una burla, padre,... pero querer salir de la esclavitud sí que es una ventaja... Si mis hijos le preguntan, dígales que por fin descansé y tendré toda la eternidad para mi sola... Pero la duda que me aflige, es... ¿seré libre en esa otra vida?
            -Difícil es la respuesta hija. Como religioso te debo decir que la bondad de Dios es infinita y tu deseo se cumplirá. Sin embargo, no te podría asegurar que la libertad que nosotros conocemos se haga realidad en algún momento, porque siempre estaremos sometidos a algo o a alguien superior a nosotros. Libertad es sólo un concepto. Pero confía en Dios y estoy seguro que te lo concederá.
            Luego, el religioso, ofició todo el rito que se da a los moribundos y la mujer ya más reposada espero el momento totalmente entregada.
            Cuando los monitores a los cuales estaba conectada sonaron, acusando la falta de actividad del corazón y el cerebro, el Padre hizo la señal de la cruz en la frente de la difunta y con toda suavidad cerró sus párpados.
            Su mirada preocupada se diluyó cuando observó el rostro de la mujer. En él se reflejaba una resignación inmensa, su rostro había adquirido la hermosura que proporciona la paz del alma.
            El padre se dijo para sí – Por la bondad Divina, ahora sí creo que esta mujer es libre al fin.


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