SER LIBRE
La enferma estaba en sus últimos
momentos, un cáncer agresivo la había destruido, su rostro ceroso reflejaba que
ya no sentía dolores y su cerebro agotaba las últimas energías para decir
aquello que la agobió durante toda su larga enfermedad. Se la advertía
inquieta.
Intuyendo que le haría bien recurrir
a la fe, la enfermera fue corriendo a buscar al capellán que atendía el
hospital. En ese momento sabía dónde encontrarlo. Y así fue, estaba en la sala
de maternidad dando la bienvenida a los nuevos habitantes del planeta Tierra,
nacidos la noche anterior.
-Padre, la señora Narcisa está
falleciendo, pero aún no está en coma, parece que necesita de su presencia. Se
ve muy inquieta.
-Bien, ahí estaré tan pronto me
desocupe, estoy terminando.
Y así fue que el sacerdote pronto llegó
a la sala de la moribunda, quien se advertía muy alterada por algo que deseaba
decir. Siseaba constantemente abriendo con dificultad sus ojos con una mirada
extraviada.
El religioso acercó su oído al
rostro de la mujer, con el fin de escuchar mejor. – ¿Dígame hija, qué quiere
confesar o confiarme?
La mujer abrió sus ojos casi
entelados y los fijo en su rostro y luego en el vacío. Sin embargo daba la
impresión que su mente aún pensaba.
-Hija, aclárame más tu pregunta,
porque no te entiendo.
-¡Eso padre! !Quiero ser libre!,
libre para siempre y no sometida, como he vivido durante toda mi vida. Dejó de
hablar, cerró nuevamente los ojos al borde de su resistencia.
-Para responderte me tienes que
contar, ¿por qué tienes esa idea?
-Padre, nací por accidente. Mi madre
me entregó a mi abuela paterna…-Se quedó un instante en silencio y luego
prosiguió:- Padre, dígame. Sé que voy a morir pronto, pero ¿quiero saber si
muriendo al fin seré libre? Mi abuela nunca me quiso solamente me crió por
obligación... Mi padre formó familia con hijos y se marchó lejos... A los
quince años debí entrar a trabajar como operaria en una fábrica de
confecciones, para ayudar a mi abuela que ya era una anciana...Cuando ella
murió, conocí a un hombre de quien me enamoré y creyendo escapar de la tiranía
del trabajo, me comprometí para formar un hogar propio... Pero en ese hogar
sólo cambié de tirano, ahora era mi esposo, para quien fui desde su sirvienta,
hasta la madre de los dos hijos que concebimos...Pasaron bastantes años. Él
enfermó, y debí cuidarlo hasta que falleció... Nuevamente cambié de amos ahora
lo eran mis hijos a quienes debí educar, atender y mantener... y finalmente a
mis nietos a quienes dejaré a medio camino.
Un largo suspiro cortó el relato.
Mientras el padre oraba en silencio, pensando que ya no tendría fuerzas para
más confesión. Pero nuevamente la moribunda cobró energías.
-Morir de cincuenta y cuatro años es
una burla, padre,... pero querer salir de la esclavitud sí que es una
ventaja... Si mis hijos le preguntan, dígales que por fin descansé y tendré
toda la eternidad para mi sola... Pero la duda que me aflige, es... ¿seré libre
en esa otra vida?
-Difícil es la respuesta hija. Como
religioso te debo decir que la bondad de Dios es infinita y tu deseo se
cumplirá. Sin embargo, no te podría asegurar que la libertad que nosotros
conocemos se haga realidad en algún momento, porque siempre estaremos sometidos
a algo o a alguien superior a nosotros. Libertad es sólo un concepto. Pero
confía en Dios y estoy seguro que te lo concederá.
Luego, el religioso, ofició todo el
rito que se da a los moribundos y la mujer ya más reposada espero el momento
totalmente entregada.
Cuando los monitores a los cuales
estaba conectada sonaron, acusando la falta de actividad del corazón y el
cerebro, el Padre hizo la señal de la cruz en la frente de la difunta y con
toda suavidad cerró sus párpados.
Su mirada preocupada se diluyó
cuando observó el rostro de la mujer. En él se reflejaba una resignación
inmensa, su rostro había adquirido la hermosura que proporciona la paz del
alma.
El padre se dijo para sí – Por la bondad
Divina, ahora sí creo que esta mujer es libre al fin.
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